Ana A: (Paciente)
Raimon/Rai R: (Terapeuta)
A - Hola Rai.
R - Hola Ana, ¿qué tal la semana, cómo estás?
A - Sigo estando rara pero bueno, supongo que eso ya va con mi carácter, ¿no crees?
R - ¿Y qué crees tú?
A - La verdad es que siempre me he sentido un poco así. No es nada nuevo.
R - ¿Y eso te incomoda?
A - Pues a veces sí y a veces no. En muchos momentos quisiera ser como las demás, como la mayoría, o lo que yo imagino que es la mayoría, que igual tampoco lo es. No siempre son las cosas como las vemos. Hay que rascar y rascar bajo la persona hasta llegar a lo profundo, al alma, que es donde reside la esencia del personaje que estamos analizando.
R - Estoy de acuerdo con tu reflexión. Solemos hacer juicios de valor con mucha rapidez, sólo fijándonos en rasgos superficiales que nada indican realmente.
A - Quería hablarte de lo que estuve pensando desde que nos vimos, la semana pasada.
R - Sabes que aquí puedes hablar de lo que quieras.
A - Lo sé pero es que me cuesta.
R - Sí, supongo que cuanto más importantes son los asuntos a tratar más nos cuesta sacarlos a luz, por la mucha implicación emocional que nos supone.
A - Es sobre mi padre.
R - ¿Sobre tu padre? ¿Le ha pasado algo?
A - No, bueno, está algo pachucho pero no le pasó nada. Toco madera.
Ana toca la mesa de madera que está en frente de ella y Rai se sonríe.
A - Pues... estuve pensando en imágenes del pasado. Cada día intenté encontrar imágenes agradables, que hubieran sucedido entre mi padre y yo y no encuentro, Rai. No encuentro ninguna. Y eso no puede ser ¿no crees? Porque han tenido que pasarme cosas buenas, además de las malas, que esas sí que las recuerdo. Pero no me llegan. Busco y rebusco y nada. Por ejemplo, supongo que habrá sido él quien me enseñó de pequeña a andar en bicicleta y vale, pongamos que no lo recuerdo porque era muy pequeña pero él también me enseñó a andar en vespino, con 16 años y tampoco lo recuerdo. Me estoy volviendo loca de tanto pensar. Antes no pensaba en ello pero ahora...
Ana se queda callada mirando al suelo.
R - ¿Qué diferencia hay ahora, Ana?
A - (Con lágrimas en los ojos, responde) Es que ahora ya puedo querer a mi padre. Antes no lo quería aunque me duela reconocerlo. Antes todo era diferente. Él era "malo"... no mala persona, eso no, pero no se portaba bien...
(Tiempo en blanco)
A - Bebía... bebía bastante... y cuando estaba... se convertía en alguien extraño y despreciable. No podía quererlo porque me hacía sufrir. Y a mi madre. Pero ahora él ha cambiado. Y además es mayor y está enfermo. Ahora ya le he perdonado, he podido hacerlo después de tantos años. Ha sido un alivio, créeme. Ahora me produce ternura y tengo que encontrar esos recuerdos, Rai. Tienes que ayudarme, por favor. Es muy importante para mí. Tengo que abrir esa puerta en mi cabeza y dejar que salgan esas imágenes que se me resisten.
R- Antes has obviado una palabra, ¿todavía te hace sentir mal decirla?
A - Sí, Rai, todavía me duele decirla pero... voy a decirla ahora. Borracho.
R - ¿Lo has visto borracho muchas veces? En realidad más que verlo, que sí lo vi, oía sus pasos por las escaleras, las discusiones, su hablar torpe, los gritos... Y luego, los días de silencios entre él y mi madre. Había tanta tensión... Quería morirme. Siempre quería morirme.
Ana se echa a llorar. Y Rai le acerca la caja de pañuelos.
A - Gracias.
(Se suena despacito)
R - Verás, Ana, a veces no es bueno forzar. Durante muchos años, en tu cabeza ha primado lo negativo sobre lo positivo y digamos que cada imagen negativa, se engrandece o multiplica en nuestro cerebro por tres o por cuatro, dejando a las imágenes positivas tan pequeñas que se habrán perdido por cualquier rincón. Así que no te preocupes, tus recuerdos están ahí e irán saliendo poco a poco. A medida que vaya creciendo el amor por tu padre te irán asaltando, ya verás. No debes agobiarte por ello porque si no estarás entorpeciendo el proceso natural.
A - Es un consuelo saberlo.
R - ¿Cómo es tu relación actual con él?
A - Pues normal. Hablamos poco porque nunca hemos compartido mucho. Bueno, en realidad no compartimos nada más que los lazos familiares. Es un buen hombre y ha tenido él también, una vida difícil.
R - Has dicho: Él también. ¿Consideras que tu vida ha sido difícil?
A - ¿No lo crees así?
R - Te estoy preguntando a ti, Ana. Quiero oírtelo decir a ti.
A - Sí, Rai, mi vida ha sido difícil. Así es como lo siento.
R - Aceptar eso debe ayudarte a reconocer que las dificultades por las que has tenido que pasar han influído en ti, de tal modo que todo lo que has logrado hacer con tu vida tiene el doble de valor, que el de una persona a la que la vida ha tratado un poco mejor. Ciertas cosas no deben ser vividas por una niña pequeña, Ana. Tú no eras culpable de nada, los adultos son siempre los responsables y no los niños.
A - Me sentía impotente porque no podía hacer nada... yo...
R - ¿Y tu madre?
A - Ahora no puedo hablar más de ello, Rai. Lo dejamos para otro el próximo día, ¿te parece?
R - Además ya es la hora.
A - Sí, el tiempo pasa deprisa.
R - Bueno, pues nos vemos la semana que viene. Y no te preocupes, abriremos esa puerta y todas las puertas que nos salgan al paso. Quiero decir, abrirás esa puerta, Ana, porque aunque yo te guíe y te ayude, tú, en última instancia serás las que meta la llave y la haga girar.
A - Gracias, Rai.
R - Hasta la semana que viene.
Ana salió de la consulta, después de atravesar el pequeño jardín que estaba pegado a la casa, salió a la calle. Rai se quedó observando como se iba, por detrás de la cortina, examinándola un poquito más, si aquello era posible.
Oh, this is what my heart needs to feel.
Satisfy my soul, take away this pain,
something has to end,to begin again.
Satisfy my heart, it's so good to feel,
love is all around, and all the hurt will heal