Ana A: (Paciente)
Raimon/Rai R: (Terapeuta)
A - Hola Rai, buenos días.
R - Hola Ana, ¿qué tal?
A - Mal, ¿no ves las ojeras que tengo?
Rai se acerca un poco a Ana y la mira.
R - Ana, te veo como siempre, en serio. Creo que estás exagerando. Tal vez ves transladas a tu cara lo que sientes por dentro y a veces no coinciden las dos imágenes, la exterior y la interior.
Ana se deja caer en el sofá un poco sofocada y con gesto cansado.
A - Tú siempre tan benevolente y tan positivo.
R - Te equivocas, si algo caracteriza a mi profesión es tratar de ser objetivo.
A - Vale, tú ganas.
R - ¿Qué tal la semana?
A - Pues el pasado sigue golpeando; bueno, más que golpearme, que es muy exagerado, ahora sí, sigue sobresaltándome.
(...) Silencio
A - El martes tuve un sueño muy muy extraño, y no tan extraño si lo analizamos bien. Verás, resulta que no sé porqué motivo me encontraba en un piso nuevo, era un duplex. La primera impresión al verlo era que todo estaba de película: cortinas alegres y coloridas, espacioso, unos muebles sobrios, elegantes... Lo que más me llamaba la atención era la altura de los techos. Al mirar hacia arriba y verlos tan altos, pensaba. "¿Cómo voy a limpiarlos?". Después de pasar una noche en él, me veía despertando y observando las cortinas porque sí, las cortinas eran bonitas, pero tenían algo que me incomodaba. Así que ni corta ni perezosa me dispuse a descolgarlas y cual no será mi sorpresa cuando veía que estaban colocadas con chinchetas, y que había varias capas de telas sin entender para qué. Al llegar a la última capa miraba la pared desnuda y descubría que tenía un montón de grietas y de manchas de humedad, muy negras.
(...)
A - ¿No crees que es muy significativo, Rai?
R - Quiero que me des tu explicación antes de ofrecerte la mía porque seguro que ya le has buscado explicación ¿verdad?
A - Pues sí. El sueño quiere decirme que no me puedo ofuscar en ocultar nada porque más tarde o más pronto todo salta a la luz. Hablemos de pasado, de sueños, de lo que sea... Sólo hay que rascar un poquito y ¡Zas! ahí se encuentra nuestro yo más oculto para reclamar su posición.
R - Pues así es Ana. Todo lo que nos sucede tiene un sentido, al igual que el que unas personas y no otras se crucen en nuestro camino, tiene una razón de ser. Pero nosotros somos los que tenemos que darle el sentido y encajarlo con la vida que queremos vivir. No podemos controlarlo todo, es verdad, pero lo que podemos, debemos controlarlo. No sé si me has entendido.
A - Supongo que sí...
(...)
A - Y ahora viene lo más importante, Rai. No sé si voy a tener valor para contártelo porque me da mucha vergüenza. No sé como empezar. Te rogaría que si ves que no puedo, lo dejemos para otro día.
R - Está de más que lo digas, Ana. Recuerdo que desde el principio te he dicho que no hablaríamos de algo de lo que no quisieras hablar. La terapia ha de ayudarte, no bloquearte más. Cuando algo no sale, habremos de tener paciencia, porque como pasa en tu sueño, al final, saldrá. Y ahí estaré yo para ayudarte a enfrentarte a ello cuando salga.
A - Está bien, está bien. El caso es que no sé si lo que descubrí es una imagen real o ha sido algo soñado.
R - Vamos a intentar descifrarlo. Sigue, por favor.
A - Al día siguiente de haber tenido ese sueño, no recuerdo que estaba haciendo, llegó a mi mente una imagen...
(...)
A - Estaba con una prima mía, mayor que yo, en un campo, tapadas por una manta, o una toalla, no lo sé muy bien...
(...)
A - Era pequeña, no sé cuantos años podría tener, no tengo ni idea...
(...)
A - Nos... Nosotras...
(...)
A - Me da mucha vergüenza, Rai, me parece algo horrible...
(...)
A - Nosotras nos tocábamos.
(...)
R - ¿Puedes precisarlo más?
A - Por debajo de la manta tratábamos de descubrir nuestro sexo, cómo era, lo que sentíamos al tocarlo... Es todo cuanto alcanzo a ver, Rai. Y no sé si es real, ya te lo he dicho. Sólo se me ha revelado esa imagen.
R - ¿Y tú qué crees, Ana? ¿Crees que ha pasado o que lo soñaste?
A - Creo que... creo que es real, Rai, y por eso estoy tan desconcertada.
R - Bueno, Ana, no es un hecho que se salga de la normalidad. Los niños, cuando empiezan a hacerse mayores, tratan de descubrir la sexualidad como pueden y con los medios a su alcance. A veces, como si fuera un juego, intentan conocer su cuerpo. Si esa prima era mayor que tú, probablemente hubiera sido ella la que tratara de iniciarte... por no hablar del morbo que tiene para todos los humanos el hacer cosas prohibidas.
A - Estoy... no sé cómo explicártelo... estoy que no me lo creo. No puedo creer que hubiera pasado en serio, es decir, no quiero que hubiera pasado y al mismo tiempo no puedo entender cómo ha estado oculto tanto tiempo. Y además ¿por qué ha salido ahora, Rai? Sucedió de pronto, por sorpresa.
R - Creo que le estás dando más importancia de la que tiene. Sucedió hace muchos años y ni siquiera eras responsable, eras pequeña, recuérdalo Ana. Hoy eres adulta, eres sexualmente sana y ese hecho no ha provocado ningún malestar puesto que ni siquiera lo recordabas.
A - Es extraño, cuando menos.
R - Sí, Ana, nuestra mente es un pozo sin fondo lleno de misterios.
A - Hace muchos años que no tengo relación con esa prima, la última vez que la vi fue en un entierro de la familia.
(...)
A - Esperemos que... Quiero mirar hacia el futuro con optimismo, soltar lastre. En realidad creo que con la aventura de Jaime se cierra una etapa. Tal vez el sueño sea la constancia de un fin y un principio. Casa nueva, con sus humedades y sus grietas pero nueva. Un volver a empezar.
R - Eso está mejor, Ana. Todos volvemos a empezar miles de veces a lo largo de nuestra vida.
A - ¿Tú también, Rai?
R - Yo también, Ana.
A - ¿Y a ti también te resulta difícil, Rai?
R - A mí también, claro.
A - ¿Cuándo has empezado por última vez?
R - Ana, estamos aquí para hablar de ti y no de mí. Ya sabes que es una de las reglas.
A - Sí, lo sé, perdona. Discúlpame, Rai. Discúlpame.
R - No es nada, no te preocupes.
A - Tengo que irme ya. Faltan cinco minutos pero es que tengo que llegar al dentista, se me olvidó comentártelo al llegar.
R - Vale, no hay problema. Te debo cinco minutos para la semana.
A - No hace falta.
R - Ya lo sé pero es lo justo.
A - Gracias, Rai.
R - ¿Por qué?
A - Porque contigo todo parece más fácil. Supongo que es un don o...
R - ¿O?
A - Seguimos la semana que viene. Me voy o no llegaré a tiempo.
R - Hasta la semana entonces.
A - Hasta la semana que viene, Rai.