El sábado por la tarde Congo y yo fuimos a la playa. Algo natural si no fuera porque estamos a finales de septiembre y en Galicia.
Pero sigamos.
A Congo le gusta leer las revistas de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios). Y el sábado me estuvo dando la tabarra comentado los artículos, mientras yo intentaba leer mi libro, infructuosamente, claro está.
La verdad es que todos los temas que trata la revista son interesantes y productivos ya que si se tienen en cuenta, podríamos comprar con mayor efectividad, repercutiendo ello en nuestra economía y en los resultados de los productos adquiridos. Pero a mí me aburren un poco y además se me olvidan en seguida todos esos datos de la compra maestra, el producto recomendado, etcétera, etcétera.
Pero el sábado captó mi atención un artículo: "La Comisión Europea llevará a España ante el Tribunal de las Comunidades Europeas por incumplir las normas sobre publicidad... Es la última fase de un procedimiento de infracción que se inició en julio de 2007, tras la denuncia presentada por la OCU en mayo de ese año... Los consumidores españoles soportamos mucha más publicidad en TV que la que permiten las normas europeas." (extracto del artículo)
Y es que a mí los anuncios publicitarios me gustan. Pero voy a explicaros de qué modo.
Me gustan los anuncios en sí mismos, independientemente de lo que publiciten. Me seducen las canciones y las historias, que a modo de cortos, se cuelan por mis retinas hasta llegar a la cabeza.
Lo que no ya me gusta es el exceso y la inoportunidad. Algo que ocurre con total inmunidad (por poco tiempo para la TVE) y que evidencia el artículo de la OCU. Porque no hay quien aguante de buen grado tandas de 20 o 25 minutos de anuncios, durante las películas o el programa que estén transmitiendo y más aún cuando esos 20 0 25 minutos son justo cuando a la película le falta tan sólo 5 minutos para terminar.
Con eso ya no puedo.
Os dejo de ejemplo mis dos anuncios del año (hasta el momento), con las canciones originales:
Por cierto, "Waltzing Matilda" es la canción folclórica más conocida de Australia (especialmente en el ámbito internacional) y ha sido propuesta como himno nacional. Para los australianos es su canción más arraigada y a la que tienen más cariño, existiendo un museo dedicado a ella en Winton, Queensland. Fue compuesta en 1895 por Andrew Barton Paterson un poeta nacionalista australiano, también conocido como "Banjo" Paterson.
Waltzing Matilda cuenta la historia de un vagabundo que acampa una noche al lado de una laguna (billabong), mientras toma un té. Una oveja se acerca a beber agua y el vagabundo la roba para alimentarse. El terrateniente se da cuenta y llama a tres policías para que arresten al vagabundo. Éste, antes de ser arrestado por el robo de una oveja, prefiere saltar al agua y morir ahogado. La canción termina contando que el fantasma del vagabundo puede oírse cantando una canción que invita a los viajeros a bailar el vals con él, es decir, a salir a los caminos con el vagabundo.
Se considera tradicionalmente como una canción que celebra el desafío de la gente pobre frente al poder de los ricos y del estado autoritario que protege los derechos de los ricos contra los derechos de los pobres.
¡¡ Toda una historia !!
Y al igual que me ocurre con la publicidad en TV, me conquistan las tiendas decoradas con buen gusto,
los escaparates lujosos aunque exhiban artículos que no me puedo permitir,
los escaparates coloridos y con magia,
los escaparates que huelen bien,
los escaparates originales.
(A partir de octubre chúpate los dedos con nuestras comidas y cenas vegetarianas) ¿qué os pensábais que decía?
los escaparates típicos tópicos,
y los anuncios por todo lo alto.
¿Por qué no?
Para mí, la publicidad es todo un arte y como tal, la admiro.
Pero siempre aplicando la dosis correcta.