sábado, 28 de febrero de 2009

Hoy he vuelto a pensar en ti

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Foto: smarlo - Flickr

Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa
.”

Rosalía de Castro

Tiña o recordo cravado moi profundo, doente como unha coitelada no medio do peito. Estaba agochado nos buratos mais pequenos do seu corpo, suíño, á espreita. E non podía domealo. Cando lle petaba xurdía de súpeto para pegarlle lategazos no lombo, contraerlle a boca do estómago ou retorcerlle a gorxa ata casi afogar.

E foi ese mesmo recordo o que a obrigara esa mañá a erguerse moi cedo da cama. Espertouna sen piedade, dirixindo os seus pasos por toda a casa, ata o caixón do moble da sala, sen poder vencer o impulso que a levaba, unha e outra vez, a coller aquel xornal vello e volver a ver na foto, a proba evidente de que xa non voltaría xamais: a pequena zapatilla dourada no medio dos toxos:

Os restos do naufraxio nunha estrada comarcal.

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Tenía el recuerdo clavado muy hondo, doliente como una cuchillada en el medio del pecho. Estaba escondido en los rincones más pequeños de su cuerpo, ruín, a la espera. Y no podía dominarlo. Cuando le entraba en gana surgía de repente para pegarle latigazos en la espalda, contraerle la boca del estómago o retorcerle el cuello hasta casi ahogarla.

Y fue ese mismo recuerdo quien la obligara esa mañana a levantarse muy temprano de la cama. La despertó sin piedad, dirigiendo sus pasos por toda la casa, hasta el cajón del mueble de la sala, sin poder vencer el impulso que la llevaba, una y otra vez, a coger aquel periódico viejo y volver a ver en la foto, la prueba evidente de que ya no volvería jamás: la pequeña zapatilla dorada en el medio de los tojos

Los restos del naufragio en una carretera comarcal. 

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La canción que he dejado le gustaba mucho a Quela. Ella la descubrió para Senia y para mi.

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jueves, 26 de febrero de 2009

Las cosas que no se pueden contar




Photo by: El Porte-Bonheur (Photo net)


Eliana caminaba de regreso a casa, al anochecer, cuando se vio sorprendida por unos caballeros oscuros y de mirada torva. Venían de frente cogidos de la mano pero no tenían pinta de ser pareja. Raro. No había oído nunca a nadie algo semejante. Y menos en aquel pueblucho de mala muerte en el que vivía. Así que como correspondía a la situación se quedó perpleja. Por unos segundos no supo si continuar o darse la vuelta y salir del callejón rumbo a la avenida principal, que si bien era un camino más largo, ofrecía más seguridad.


Pero a Eliana le gustaba el riesgo. Había sido así desde pequeña. Su madre decía que era rebelde pero ella sabía que eso no era del todo cierto. El riesgo y la rebeldía podían ser parientes cercanos pero a veces no tenian nada que ver. Claro que a ver quién era la guapa que le discutía a su madre. Ella no sería desde luego. Le gustaba el riesgo pero no era tonta. Y con su madre tenía todas las de perder. Menos mal que hacía un par de años ya, que se había ido a vivir Benidorm. A un apartamento soleado.


Eliana siguió caminando y se puso a silbar. Siempre había oído que silbar calmaba los nervios. No lo hacía demasiado bien pero sería más que suficiente para la ocasión. Claro que la única canción que se le ocurrió fue aquella de misa: "Juntos como hermanos, miembros de una iglesia, vamos caminanado, al encuentro del señor". Normal después de todo. Porque esa canción fue la única de misa que consiguió aprenderse mientras se preparaba para la primera Comunión, que al final no llegó a hacer. Por miedo.


Pero al llegar a la altura de los caballeros oscuros y de mirada torva, le entró la carraspera. Y se atragantó fuertemente. Los tipos le dijeron: "Buenas noches", Uno y "¿Te damos un golpecito en la espalda", el Otro. Eliana se conmovió tanto por el gesto que se le pasó la carraspera de golpe y pensó inmediatamente en besarles pero como le pareció demasiado atrevido pues no los conocía de nada, se lo hizo saber primero: "Ese gesto se merece un beso, ¿puedo?". Los dos al unísono dijeron: "Somos tuyos".


Eliana vió el cielo abierto. La frase ésta le parecía una tontería pero tanto la había oído de pequeña, en boca de su abuelo materno, que terminó por decirla continuamente para sí misma. Así que se metió en medio de los dos caballeros que ahora ya no parecían tan oscuros y de mirada tan torva y les cascó un beso en la boca. El Uno dijo: "Uhmmmm!" y el Otro, que parecía mucho más expresivo por el lunar que tenía en la frente, dijo: "¡Caray! A lo que Eliana respondió: "Jobas, que fuerte!


Y así, cogidos los tres del gancho decidieron irse de copas o lo que surgiera. Que para eso era la noche. Para disfrutarla. A fin de cuentas a Eliana sólo la esperaba en casa un gato viejo. De angora, eso sí. Y lavado con Perlán, todas las semanas, sin faltar una. Mucho mejor la compañía de aquellos dos hombres claros y de mirada azul como el mar. Porque ahora ya los veía de otro modo. Es más empezaba a tener fantasías. Bueno, para ser sincera consigo misma se los estaba imaginando… Era su secreto. Siempre había soñado con hacer un trío.


La rebeldía es lo que tiene.



miércoles, 25 de febrero de 2009

as voces da casa

obradoiro

Para visitar el blog pincha aquí

El Viernes 27 de febrero, a las 17:30 horas, en la Galería Sargadelos de Ferrol (C/ Rubalcava 30-32, Ferrol) tendrá lugar la sesión del “obradoiro“ semanal que se celebra habitualmente en la casa de la Cultura del Ayuntamiento de Fene. Este viernes la sesión será abierta para todas las personas que quieran asistir, y a continuación tendrá lugar la presentación de la edición en papel d'os veos da paisaxe (Eduardo Estévez), en la edición que hizo Antonio Piñeiro en Bourel.

El editor estará presente para contarnos como es este asunto de hacer ediciones artesanales, habrá un pequeño recital poético y los asistentes que deseen podrán participar de un pequeño ejercicio de escrita poética a partir de las fotografías de la exposición.

En la galería Sargadelos de Ferrol se puede ver también, la exposición "os veos da paisaxe" de Eduardo Estévez. Las imágenes del proyecto fotográfico nacieron en 2004 durante una serie de viajes periódicas que realizó el escritor por el Ayuntamiento de Xermade (aún que después siguió desenvolviéndose por otros espacios de Galicia).

Eduardo Estévez nació en Buenos Aires donde residió hasta 1990. A la edad de 16 anos empieza a frecuentar el taller literario del periodista e escritor Daniel Arias. En 1990 publica su primer libro de poemas. Ese mismo año se traslada a Caracas, Venezuela.

Participa do taller literario do Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, coordinado polo poeta Harry Almela.

En 1994 ve la luz su segundo título, fruto de su primer encuentro con la poesía en gallego.

En 1995 se traslada a Galicia instalándose en la zona de Santiago de Compostela. Comienza a frecuentar actos literarios y traba relación con varios poetas de las nuevas generaciones.

Inicia su producción en gallego que ve la luz por vez primera en 1998.

Además coordina talleres literarios en centros educativos y bibliotecas municipales a lo longo de la geografía gallega y participa en la fundación de dos editoriales: Letras de Cal y Retagarda Edicións.

Colabora también en publicaciones periódicas y es responsable de algunos blogs sobre temas literarios y de actualidad.

Desde 2006 reside en A Coruña.

A súa obra

  • Catedrales de perfil
  • Ya tan deshabitado
  • só paxaros saíron desta boca (Accésit del Premio Miguel González Garcés 1997 - A Coruña, Diputación provincial, 1998)
  • lúa gris (Finalista del premio Tivoli Europa - Vigo, Edicións Xerais 1999)
  • os veos da paisaxe (Retagarda Edicións, 2001, Edicións Bourel, 2009)
  • caderno apócrifo da pequena defunta (XV Premio de Poesía Eusebio Lorenzo Baleirón 2002 - Sada-A Coruña)
  • derrotas (VI Premio de poesía Ayuntamiento de Carral, A Coruña 2004)
  • Postais (texto escrito en colaboración con Caro Erlich) (edición web, 2005, en luagris.net)
  • mapas para describir a ausencia (edición web, 2005, en luagris.net)
  • itinerarios (antología coral de textos de Eduardo Estévez realizada por Estevo Creus, Marta Dacosta, Celso Fernández Sanmartín, María Lado, María do Cebreiro, Antía Otero, Baldo Ramos, Rafa Villar e o propio autor- Santiago de Compostela, El Correo Gallego-Ayuntameinto de Santiago-Asociación de Escritores en Lingua Galega, 2005)
  • en construcción (proceso de producción publicado en la web, 2006, en en construción e luagris.net)
  • construcións (Edicións Positivas, 2008).

martes, 24 de febrero de 2009

Confusión

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"Confusión" - Ángel M - flickr

 

¿Os ha pasado alguna vez?

¿Alguna vez habéis tomado tanto zumo de pera, como para estar hablando con alguien pensando en que era otra persona y no os habéis dado cuenta de ello hasta que pasaron varias horas?

Pues eso, justamente, es lo que me ha pasado a mí esta mañana. Todavía no he salido de mi asombro ¿Pero cómo puedo estar tan "empanada"?

Resulta que esta mañana, como estamos en Carnaval, salimos antes de la oficina, cosa que aproveché para pasar por el gimnasio antes de regresar a casa. Hice mi media hora de ejercicio y a continuación me metí en la ducha. Cuando salí vi una cara conocida. No sé dónde estaba mientras me estuve desvistiendo porque no había reparado en ella. El caso es que... lo típico:

- Cuanto tiempo hace que no te veía.

- Sí, bastante.

- Te estaba mirando ahora y se me hizo una cara conocida y...

- A mí también me estaba pasando lo mismo

- ¿Así que también estás en el Curves?

- Pues sí, desde marzo. Vengo siempre por las mañanas mientras mi madre se queda con el niño.

- ¿Ya no trabajas? (Primera confusión)

- No, mientras el niño es pequeño quiero estar con él.

- ¿Has tenido otro niño? (Segunda confusión)

- No, es el primero.

- Anda, juraría que ya tenías un niño mayor (Tercera confusión)

- No, sólo tiene 18 meses.

- ...

- ...

- ...

- ...

Todavía hablamos un ratito más. No recuerdo exactamente de qué. Y yo, sin caer del guindo.

Hasta que esta tarde, No sé qué andaba haciendo por casa, cuando caí en la cuenta de quien era la mujer con la que estuve hablando en el gimnasio. Desde luego no era la persona con la que creí estar hablando. Me quedó claro. Aunque a decir verdad tengo tengo una pequeña disculpa porque las dos son peluqueras, tienen el pelo rizo... son morenas...

En fin... ésto no me pasaba con 45 años. Ya sabía yo que los 46 se me iban a notar.

Cuando se lo cuente a Congo se va a morir de risa y de Senia, ya ni hablemos.

Estoy consternada.

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lunes, 23 de febrero de 2009

Trato de no pensar en nada

 

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Pincha aquí para escuchar una canción de la película: You needed  me

 

Me gusta como entra la luz del sol del atardecer por la ventana del dormitorio. Desde una esquina de la habitación sentada en la butaca me arrullo con el calor que se cuela por los cristales y la música relajante que llega desde la sala.

Trato de no pensar en nada.

Miro a las casas, los tejados, las antenas de televisión, las torretas de luz del aparcamiento del Centro Comercial, hasta llegar a la línea del horizonte. Allí, está el verde, oscuro por la distancia y unas nubes que asoman tímidas por encima de los pinos. Y envolviéndolo todo como si la tierra fuera un gran regalo, el cielo despejado. Esta tarde de un azul intenso.

Trato de no pensar en nada.
Tarea imposible.

A pesar de que hoy mi cabeza está un poco aturdida pienso en cuanto me gustaría emprender un viaje. Sin rumbo. Hacia cualquier lugar. Solas. Como en la película "Thelma y Louise". Tan sólo vivir unos días sin saber que sucederá mañana, sin tener nada programado. Tú quieres ver Salamanca, me lo has dicho y yo quiero conocer este pueblo de La Mancha donde hay tantos molinos. Nunca recuerdo su nombre, ¡que cabeza la mía! Podríamos hacerlo esta Semana Santa. Olvidarnos de los problemas y partir. "Es la hora de partir. ¡Oh abandonado!", como decía Neruda en su canción desesperada. Se me vino a ahora a la cabeza.

Trato de no pensar en nada.
Tarea imposible.
Miro el reloj.

Mi tiempo de relax se acaba. Pronto volverás del colegio y he de prepararte el bocadillo y el zumo de frutas natural: una naranja, una pera, una manzana. Me encanta mirarte cuando lo saboreas. Ver como te queda un bigote de espuma.

Trato de no pensar en nada.
Tarea imposible.
Miro el reloj.
Comienzo a desperezarme.

Cerraré la cortina y dejaré que el mundo afuera siga de largo. Oigo el ruido del ascensor en el rellano. Ya estás llamando a la puerta.

 

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Este texto lo escribí hace ya algunos años mientras esperaba que Senia volviese del colegio. Parece que fue ayer y ya pronto va a cumplir 18.

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viernes, 20 de febrero de 2009

A la sombra de un gigante

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Faro Punta Frouxeira - flpazos - Flickr

 

Al despertarse aquella mañana como tantas otras se sintieron invadidos por un deseo urgente. Y sin prisa, pues era domingo, hicieron el amor. Un hecho intrascendente si no fuera porque a veces el destino juega malas pasadas.

- ¡Mierda! No puede ser.

- ¿Qué es lo que no puede ser?

- Mira. No está.

- ¡Oh, mierda! No, por favor. Voy a buscarlo.

- Venga, no te pongas nerviosa ¿Quieres que lo intente yo?

- No, espera.

- Vale, relájate. No pasa nada. No te preocupes.

- Es que no puedo. No lo encuentro.

- Deja que pruebe yo. Tiene que estar.

- Inténtalo tú. Es mejor.

- Ya está ¿ves? Ha habido suerte.

- Menos mal. Es un alivio. No es el final que esperábamos pero nada es perfecto .¡Mierda! ¡Mierda!

- Ven, dame un abrazo. Son cosas que pasan y además tienen solución.

- Ya, pero…

- Venga, vamos a vestirnos. Y no le des más vueltas.

Blanca se duchó rápidamente y Guillermo hizo otro tanto. Apenas se dirigieron la palabra al cruzarse en los trayectos al baño, a la habitación, a la cocina… Casi terminaron al unísono. Iban ya a salir por la puerta cuando a Blanca, por efecto del nerviosismo casi seguro, le entraron ganas de ir al baño.

- Lo siento, tengo que hacer un pis.

- Bueno, sacaré el coche del garaje mientras tanto. Te recojo ya fuera.

- Son dos minutos.

- No hay prisa, no seas tonta.

Nada más cerrar la puerta Blanca se echó a llorar unas cuantas lágrimas. Tampoco podía permitirse más. No era el momento. Hizo pis lo más rápido que pudo y bajó por las escaleras para no tener que esperar al ascensor. Guillermo ya estaba en frente al portal con la puerta del coche semiabierta. Al entrar Blanca al coche le preguntó:

- ¿Estás bien, cariño?

- Sí. Supongo que sí.

- No puedes mentirme. Has llorado.

- Sólo un poco, de verdad. No pude evitarlo.

- Entiendo como te sientes.

- Anda, vamos que el tiempo se echa encima.

Guillermo arrancó el coche y se incorporó a la vía sin problemas. Los domingos siempre había poco tráfico por la zona. Predominantemente era un área comercial así que apenas circulaban coches.

- Escucha, deja que hable yo ¿vale? Ya verás como no nos ponen problemas.

- Cruzo los dedos para que no nos toque un quisquilloso. Si se niegan a darme las pastillas tendré que esperar a mañana y habrá más peligro.

- Mujer, seguro que ponen pegas a los jóvenes pero a nosotros…

- Ya.

- Son cosas que pasan. Y seguro que es más habitual de lo que nos pensamos.

- Bueno, tienes razón. Habla tú. Siempre acabo enredándolo todo y más cuando no puedo pensar con claridad.

- Ya llegamos.

Aparcaron un poco más adelante de donde estaba situada la rampa de acceso y bajaron del coche. Guillermo cerró y se apresuró a coger de la mano a Blanca. Entraron al ambulatorio y el celador de guardia los atendió enseguida. Pasaron a la Sala de espera. No había nadie esperando.

Desde la consulta que estaba situada en el pasillo se oyó:

- El siguiente, por favor.

Guillermo le dijo a Blanca:

- Vamos.

Entraron para ser recibidos por un médico de mediana edad con gesto agradable:

- Buenos días. Siéntense, por favor.

- Gracias – respondieron Blanca y Guillermo al unísono.

- Bien, ustedes dirán.

- Verá. Esta mañana mi mujer y yo hemos mantenido relaciones y… Nos ha pasado algo con el preservativo. Se le ha quedado dentro aunque conseguimos sacarlo. Es un poco embarazoso a nuestra edad pero así ha sido –dijo Guillermo azorado.

- No se preocupen. Tendrá que tomarse unas pastillas que le voy a recetar .

- ¿Les ha sucedido alguna que otra vez?

- No, es la primera –dijo Blanca

- Bien. Entonces les explicaré como deben administrarse. Son dos pastillas. La primera debe tomarse lo más pronto posible desde el momento de haber mantenido la relación y la segunda a las doce horas. Si vomita o tiene diarrea vuelven por aquí. Tendría que empezar de nuevo el proceso ¿Es alérgica a algo?

- No.

- Pues entonces, tranquila que todo irá bien. No obstante, debe visitar a su ginecólogo. Tal vez sería conveniente que empleasen otro método de anticoncepción.

- Estamos en ello – siguió diciendo Blanca.

- Pues yo ya he terminado -dijo el médico con ademán de empezar a levantarse para despedirse.

- Gracias –respondieron los dos.

- ¿Me pueden avisar por favor al siguiente?

- Sí.

- Hasta luego.

- Hasta luego.

Guillermo se acercó a la Sala de Espera para avisar al próximo paciente que en este caso era una pareja jovencita. Y dejaron el ambulatorio. Mientras caminaban por la acera para ir a una cafetería cercana Guillermo agarró a Blanca por los hombros y le dijo, al mismo tiempo que la besaba en la frente:

- ¿Ves? Ya te decía yo que no íbamos a tener problemas.

- Tengo hambre –dijo Blanca cambiando de tema.

- Y yo.

- La ansiedad siempre me aviva las ganas de comer.

- Pues vamos a ello.

- Por cierto, no me había dado cuenta de que lloviznaba.

- Hoy empieza el otoño ¿recuerdas?

- Es verdad. Se me había pasado por completo.

La puerta de la cafetería estaba abierta. Como era temprano todavía no había mucha gente desayunando. El local siempre estaba bastante concurrido porque gozaba de un prestigio más que merecido por los dulces y tartas que servía. Todo tenía una pinta extraordinaria. Pena que aquél día no fuesen a degustar tales delicias como correspondía.

Se sentaron en la mesa del fondo y pidieron el desayuno al camarero que estaba en la barra:

- ¿Qué van a tomar?

- Para mí un Cola Cao con tostadas –dijo Blanca.

- Y para mí un café cortado con un croissant –dijo Guillermo.

Blanca estaba algo nerviosa y no podía parar quieta:

- Voy a coger el periódico.

- Ya me levanto yo, deja.

- Así podremos mirar la Farmacia de Guardia.

- Blanca, desayuna como si no pasara nada. No te agobies.

- Es que…

- ¿Qué piensas?

- Nada, es una tontería.

- Seguro que no lo es. Cuéntamelo, anda.

- En otro momento.

- Como quieras. Sabes que puedes decírmelo cuanto te apetezca.

- Lo sé. Venga, coge el periódico.

- Ya, ya.

Al volver a la mesa y mientras que el camarero colocaba todo sobre la mesa, Guillermo ya buscaba la página en cuestión.

- Es justo la que hay un poco más abajo.

- Pues casi me acerco corriendo y así yas la tomo ahora.

- Si te vas a quedar más a gusto…

- Sí.

- ¿Voy yo?

- No. Échame el sobre de Cola Cao en la leche que tardo dos minutos.

- Tú y tus dos minutos –dijo Guillermo sonriéndose.

Blanca soltó un beso zalamero en la mejilla de Guillermo y salió a la carrera. Al llegar a la farmacia entregó la receta, pagó y salió con la caja de pastillas. Efectivamente había tardado más de dos minutos pero tampoco mucho más. Se sentó de nuevo al lado de Guillermo y desayunó en silencio. Cuando iba a ingerir la primera pastilla, Guillermo le preguntó:

- ¿Estás segura de que quieres hacerlo?

- Ya lo hemos hablado muchas veces. No puedo tener un hijo ahora. No es el momento.

- Tal vez ya no tengas muchas oportunidades. Lo sabes.

- Sí, lo sé. Pero no puedo afrontar un embarazo en las circunstancias actuales. Tú no quieres tener hijos y siempre lo he respetado.

- ¿Y tú que quieres Blanca?

- No importa lo que yo quiera. Y todavía tengo tiempo. Así que cuanto más pronto tome la pastilla, mejor.

Sin demorarlo más sacó la pastilla del envase y la ingirió con un sorbo de Cola Cao. Ya estaba decidido.

- Guillermo, hay algo que quiero pedirte. Quiero ir a nuestro faro –comenzó a decir Blanca.

- ¿Ahora? –dijo Guillermo sorprendido.

- Sí.

- ¿Y eso?

- No sé. Siento necesidad de ir allí. Nos dará tiempo antes de que vayamos a comer con tus padres.

- No es por el tiempo. Es que me parece raro. Pero venga, vamos.

Pagaron la cuenta y se dirigieron de nuevo al coche. Iniciaron la marcha en silencio hasta que Blanca comenzó a hablar como si lo hiciese con ella misma

- ¿Sabes? Es que a veces me suceden cosas extrañas. No voy a saber explicártelo muy bien. Hace ya muchos años, todavía no te conocía, un día fui allí. Era de noche. Siempre había tenido ganas de ver el faro iluminado de cerca. Aquél día estaba muy triste. Intenté bajar del coche pero fui incapaz. El viento invernal casi me arrancó la puerta. Por aquella época me gustaban mucho los Bee Gees y sonaba una de sus canciones en el radio cassette. En realidad aquel día quería morirme. Viendo la luz como giraba y giraba comprendí que también mi vida daba vueltas. No quiero contarte ahora porque estaba tan triste, no viene a cuento. Pero sentí algo en el faro. De repente lo vi todo claro. Ahora mismo estoy muy confusa. No sé porque he tomado la pastilla. En realidad quiero ser madre y mi reloj biológico está completando su ciclo. Tienes razón. Tal vez allí comprenda lo que quiero, qué debo hacer. Como aquel día. Ya sé que te está sonando todo a chino. Es que se me ocurrió de repente que todavía tengo una posibilidad porque siento algo dentro de mí. 

- Blanca, no sigas. Estás diciendo tonterías.

- No son tonterías, Guille –dijo Blanca al borde del llanto.

- Te estás dejando llevar por tus fantasías.

- Puede ser. Pero también podría resultar que tengo razón.

- No llores, por favor. Me duele verte así. En realidad no soporto verte llorar.

- Pues para el coche. Ya estamos llegando. Puedo ir a pié el resto del camino.

- ¿Ves como dices tonterías? Ahora no te encuentras bien.

- Para el coche. Tengo ganas de vomitar.

- Ya casi llegamos, ¿no puedes aguantar?

- Lo intentaré.

- Baja la ventanilla para que te dé el aire.

- Me estoy mareando Guille –dijo Blanca, lívida.

- Ya llegamos, relájate.

- Quiero tener ese hijo. Tiene que ser ahora o nunca.

- Está bien. Lo hablaremos con calma pero tranquilízate.

Nada más aparcar el coche Blanca abrió la puerta abruptamente y sin tener tiempo de poner los pies en el suelo se puso a vomitar como si escupiese todas sus frustraciones, sin dejar de llorar. Guillermo le acariciaba el pelo sin saber muy bien que hacer ni como consolarla.

- Venga, cariño, ya pasó.

Blanca, como un volcán en erupción seguía arrojando fuera aquella papilla que le llenaba toda la boca impidiéndole hablar. Las arcadas se sucedían unas a otras sin dejarle un respiro hasta que de pronto cesaron. Las lágrimas seguían resbalando por su cara.

- Blanca, cariño…

- Estoy bien, Guille. Ahora estoy bien. Quiero tener ese bebé, contigo o sola. Lo quería antes y el destino juega en este momento a mi favor.

- No sé que decirte. Ya sabes lo que pienso.

- Sí y no te pido nada. Todavía tendrás algún tiempo para decidir qué hacer. Entenderé cualquier decisión que quieras tomar. Te quiero.

- Siempre has sido muy valiente pero tengo que pensarlo.

- Lo comprendo.

- ¿Quieres bajar?

- No. Llévame a casa. Discúlpame con tus padres. No iré a comer con vosotros. Necesito descansar.

- Me quedaré contigo.

- No, necesito estar sola y empezarían a hacer preguntas. Es mejor que vayas.

- Quiero decirte algo, pequeña. No lo tengo claro pero lo intentaré. Sin promesas. Es todo cuanto puedo decirte. Ahora sé lo importante que es para ti.

- Es más que suficiente.

Blanca desvió la mirada y dijo en alto:

- ¿Está bonito el faro con la luz de esta mañana, verdad?

- Si que lo está –dijo Guillermo mientras encendía de nuevo el coche para regresar a casa.

 

 

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miércoles, 18 de febrero de 2009

Las cosas que no se pueden explicar




Photo by: El Porte-Bonheur (Photo net)

Mariana no sabe en qué momento se convirtió en una amante descarada.

Sólo sabe que, poco a poco, empezó a confundir los objetos cotidianos hasta cambiarles por completo el fin para el que habían sido creados. Así la mesa del salón se convirtió en escenario y lecho de amor y el sofá en lugar de culto, adornado con velas multicolores. Con las cortinas se hizo vestidos de noche y con las toallas, mantas para dormir. En la lavadora instaló un volante y con el ruido del centrifugado conseguía imaginar que se iba de viaje a las Antípodas, si era sábado y domingo porque durante la semana se iba a Cornualles. Siempre había querido ir allí desde que había leído una novela de Rosamund Pilcher. Bueno, eso y tener una oveja. Una oveja con una lana muy muy blanca.

Mariana no sabe en qué momento empezó a coleccionar amantes.

Sólo sabe que, poco a poco, fueron llegando cada día a casa, hombres diferentes. La única condición era esa: no repetirlos. Más que nada porque no se pusieran pesados. Porque los hombres (los de antes) eran así, en seguida empezaban a querer poseerte y eso ella no podía soportarlo. Por eso los amaba con fiereza y desespero, a sabiendas de que sería la primera y la última vez. Se dedicaba a ellos como una madre entregada. No dejaba de lamer ni uno sólo de sus rincones. Algunos, asustados de que les chupara el dedo meñique del pie izquierdo, se ponían a llorar. Todavía recuerda ese momento con ternura. Tuvo que hacer un esfuerzo para no ablandarse y decirle al primero que lloró que se quedara para siempre.

Mariana no sabe en qué momento empezó a mutarse en una mujer de verdad.

Sólo recuerda el momento exacto en qué fue a comprar la cuerda a la ferretería. Era lunes. Y llovía. Llovía con resignación. Unas gotas monótonas y transparentes. El dependiente le dio los buenos días pero ella no le contestó. Para qué. Así que se limitó a envolver la cuerda y dársela a Mariana, que educadamente le contestó con un gracias sincero. Después Mariana pagó y salió a la calle. Quería volver a su casa del tirón pero de repente tuvo otra idea. Un último amante más. Haría con él algo que no había hecho nunca. Le dejaría entrever su alma. Si el tipo soportaba la visión Mariana se haría suya para siempre. Pero si el tipo cerraba los ojos Mariana seguiría adelante con su plan. Porque inconscientemente sabía que había un plan, aunque las cosas nunca salieran como una pensaba.

Mariana no sabe en qué momento se fijó en el hombre que vestía gabardina beis.

Sólo recuerda que le llamó la atención porque era el mes de Agosto. Irremediablemente pensó: Es el pervertido de la gabardina. Le diré Hola y el hombre abrirá su gabardina y me enseñará su pene deprimido. Porque aquel tipo tenía que tener un pene deprimido. Sus ojos estaban llorosos y los brazos colgaban a los lados de su cuerpo desgarbado, con parsimonia. Pero no, le dijo Hola y el hombre sonrió. Sus dientes eran blancos y relucientes. Y el aliento le olía a naranja. Toda una sorpresa. Porque en todos sus años como recolectora de amantes nunca había encontrado a ninguno con esas características. La cosa no pintaba bien porque a Mariana aquel tipo le despertaba cosas. Nada concreto, sólo cosas en general. Así que después de dudar unos instantes le invitó a comer a su casa. Comieron una tortilla de patata encima de la cama, cubierta con un mantel de cuadros verdes.

Mariana no sabe en qué momento su mundo se volvió a poner del derecho.

Sólo recuerda una habitación. Blanca. De paredes acolchadas. Y una música dulce. Envolvente. Cálida. Y a un hombre. Un hombre de bata blanca. Con la cabeza rasurada. Y unas manos suaves. Y sus gestos mientras habla. Y su sonrisa. También recuerda un campo, con un banco de madera. Y palabras. Recuerda palabras que se suceden unas a otras como cuentas de un rosario. Y la voz susurrante del hombre que dice su nombre: “Mariana… Mariana, despierta. Ya estás bien”. Ya pasó todo.

Y de la cuerda, ni rastro.



lunes, 16 de febrero de 2009

grAnde, grAnde, grAnde

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te ríes de mí porque, para dormirme,
enrosco los dedos de las manos en una mantita
de cuando Senia era pequeña

y a veces, para hacerme rabiar,
me la escondes, antes de meternos en la cama,
o me la quitas cuando ya hemos apagado la luz 

te burlas como un niño travieso
y yo finjo que me enfado,
aunque sé que hay candidez en tu sonrisa

sabes que eres el único que conoce mi secreto
y eso te hace sentir grande, grande, grande

 

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Foto: Aldabra

domingo, 15 de febrero de 2009

Having a rest






Mis pensamientos se dispersan y no consigo centrarme en el Present Perfect for giving news.


Levanto la vista de los apuntes y mientras mis ojos se van ligeros tras una gaviotas que vuelan distantes, en esta tarde soleada de domingo, recuerdo nuestra última conversación telefónica, hace apenas una hora, y tu voz se cuela por mi ombligo, despertando un deseo dormido.


Esta mesa. Otras tardes.


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Foto: Aldabra



sábado, 14 de febrero de 2009

Congo, hoy quiero decirte que...

¡que tonto eres!

¿te lo has creído?

si tú ya sabes...

que yo no te quiero tanto.

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Foto: Aldabra

¿la reconoces, Congo?

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viernes, 13 de febrero de 2009

La estación de las lluvias

 

 

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La ilustración es de Nicoletta Ceccoli

 

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Julio Llamazares




Fotografía Luís Polo - Julio Llamazares en la charla, ayer - Diario de Ferrol del día de hoy.


Con motivo del 10º aniversario de la muerte de Torrente Ballester, se han programado en Ferrol un ciclo de conferencias que trae a reconocidos escritores, además de especialistas en la obra del autor.


Estos ‘Diálogos Literarios’, celebrados en años anteriores como cursos, pretenden crear un espacio de comunicación e interacción en torno al trabajo del homenajeado, desarrollando temas y claves de su novelística.

Esta actividad es posible gracias a la colaboración entre el Concello de Ferrol, la Asociación Amigos da Universidade do Campus de Ferrol y la Fundación Caixa Galicia

Ayer 12 de febrero, en la Sede de la citada Fundación, tuve el placer de asistir a uno de esos diálogos entre Julio Llamazares y Manuel Candelas (profesor de la Universidad de Vigo.

Julio Llamazares ha sido un gran descubrimiento ya que hasta hace poco de él sólo sabía su nombre. Una amiga con la que comparto afición por la lectura y el arte me habló de su último libro “Las rosas de piedra”, que ya he empezado a leer y a degustar. Todavía voy por la página 70 de un total de 600 pero lo que puedo decir desde ya es que cuando lo leo siento tranquilidad, sosiego, además de que aprendo un sinfín de cosas interesantes.


El viajero, el protagonista del libro (Julio Llamazares), emprendió el viaje de las catedrales en el tiempo y en la geografía cuando empezaba el tercer milenio, viaje que espera acabar algún día después de haber recorrido todas las catedrales de este país (según palabras del autor en el prólogo del libro).


Mientras nos firmaba los ejemplares a mi amiga y a mí, le pregunté a Julio si ya había empezado a escribir la segunda parte y me dijo que sí, que hacía tan sólo unos días que terminara con las catedrales de la Comunidad de Madrid.


En su charla, Julio nos habló a todos los presentes (unas 60 personas) de su infancia en el desaparecido pueblo leonés Vegamián, antes de que el pueblo quedase inundado por el embalse del Porma, del inicio de su vocación literaria, haciendo luego un pequeño itinerario a través de sus libros, haciendo hincapié en los primeros de poesía: “La lentitud de los bueyes” (1070), “Memoria de la nieve” (1982), y en los de narrativa más conocidos como: “Luna de lobos” (1985), “La lluvia amarilla” (1988), “Escenas del cine mudo” (1994) y “El cielo de Madrid” (2005).


También nos habló Julio, respondiendo a una pregunta de una mujer del público, de su visión acerca del periodismo actual, que me pareció acertada con lo que muchos pensamos. Su opinión es que el periodismo tiende a hacerse subjetivo, ya que alega que la verdad objetiva no existe puesto que 3 personas o más visionan un hecho y las 3 lo contarán o lo vivirán de diferente modo. Así pues las noticias serán versiones individuales del periodista o el informador en cuestión y así es como deberemos leerlas y luego sacar nuestras propias conclusiones, sin tomar absolutamente por certero lo que esa persona nos está contando en tal o cual periódico.


Y con esta argumentación se dio por terminada la charla, provechosa, amena y hasta divertida en algunos momentos.


miércoles, 11 de febrero de 2009

No sé qué título ponerle a esta carta

 

 

 

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"Virginidad" . Foto de memo.michel - Flickr

En el Norte
29-10-05

 

Querido Congo:

 

Llevo un montón de tiempo en la cama intentando conciliar de nuevo el sueño que ya no vendrá. Y es que todos los fines de semana sucede lo mismo: el ruído de los vecinos de abajo me sobresalta al amanecer y ya no hay forma de volver a cerrar los ojos. Siempre me digo que un día les voy a llamar la atención a este respecto pero al final me freno y me muerdo la lengua. Se me hace violento. Ya deben de saber que ponerse a gritar a horas intempestivas es molesto. Sigue habiendo gente, por desgracia, que no piensa en los demás y vive igual que si lo hiciese en un descampado.

Sumida en este nerviosismo mañanero que se me produce recupero algunos de mis delirios oníricos. Y digo, delirio, porque menuda semanita que llevo. Tengo que decir algo parecido a lo que dice el niño del “Sexto Sentido”: A veces sueño con muertos. Esta noche fue mi amiga de la infancia. No sé porqué su muerte causó en mí un impacto emocional tan grande. Hacía muchos años ya que no manteníamos contacto. Pero a pesar de eso, su recuerdo me persigue constantemente.

Nos conocimos en 5º de EGB. Ni siquiera existe ya ese plan de estudios. Y fuimos inseparables hasta su segundo año de Universidad. ¡Tantos secretos! Fue la primera en saber que había perdido la virginidad. Aparte del interesado, claro está. Aunque pensándolo bien al “canalla” en cuestión, que en gloria esté, mi virginidad le importaba una mierda, como quedó demostrado. No lo digo por decir.

Ahora que ya soy mayor puedo decir gritando a los cuatro vientos que odio la palabra virginidad. La odio. Reivindico que la saquen del diccionario. Que la borren de nuestras conciencias. Es que los hombres lo tienen mucho más claro. Imaginemos la escena. Dos amigos que se reúnen. Empiezan a hablar de sus cosas: la ropa de temporada, los kilos de más, la última exclusiva de la Panto... hasta que en un momento dado uno le suelta al otro:

- Y qué tío, ¿ya te la has tirado?

Jamás he oído decir a un hombre: Y tú, ¿has perdido ya la virginidad? Si dejamos la hipocresía a un lado la mayoría de los hombres, que no digo todos los hombres, Congo, a las mujeres: se las tiran, se las pasan por el aro, se las meriendan, se las cepillan… se las… Y ya está, dejo este tema que no me lleva a ningún sitio a estas alturas de mi vida. Pero claro, tengo una hija.Yo para Senia pido que llegado ese momento no lo pase tan mal como yo. Espero que tenga la suerte de toparse con un hombre que sepa tratarla como cualquier mujer se merece. Los padres tenemos que hacer mucho al respecto con la educación que damos a nuestros hijos. Es el pilar fundamental para que algunas cosas mejoren.

Vaya perorata que te he soltado sin pensar, Congo. Se me ha ido la olla y el tiempo. Tengo que levantarme a toda prisa para ir a comprar el pescado. Después hay unas colas enormes.

Acaba de sonar el despertador. Te dejo. Es la hora.

Ah!, me olvidaba de enviarte besos. Los de hoy son de cuadros, como tus zapatillas.

P.D.: ¿Por qué no te habré conocido antes, Congo? Al principio.

 

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Pues como dije al principio no sé cómo titular esta carta.
¿Os animáis y me proponéis un título?

Se ofrece recompensa.
Gracias anticipadas, Aldabra


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lunes, 9 de febrero de 2009

El día en que lo quiso de los piés a la cabeza

 

 

amantes 24

Una vez le había robado una tarde a la semana para convertirla en la primera del año de ocho días.

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Esa misma noche, soñando, aprendió a multiplicar las horas por cinco ballenas. Todas en total sumaban treinta y ocho.

rumor de llanto

Un fenómeno así no ocurría desde hace siglos por eso sus ojos derramaron lágrimas que cayeron como cristales rotos mientras los susurros del viento llegaban hasta la boca de su estómago para luego hacerle cosquillas en los piés que se deslizaban sobre musgo frondoso y mullido.

 el viaje secreto de la mirada
Los dibujos de las sábanas, cuadrados de color rojo, naranja y azul, revoletaban a la altura de sus ojos chocándose sin querer, al colocarse de nuevo en sus lugares de origen.

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Y la risa siguió al llanto ante tanto desconcierto de imágenes descontroladas que no lograba identificar.

  una lágrima furtiva

Despertó desnuda. Empapada en sudor frío.

El elegido le musitó suavemente: “Se te hace tarde. Has de irte ya. Te esperan en casa.”

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Se pintó los labios en el espejo del ascensor.

incertidumbre

En el portal encendió un cigarrillo para quemar los últimos instantes que todavía se negaban a abandonarla y salió a la calle dejando atrás un montón de palabras prohibidas.

y es tan fragil

 

Todas las imágenes son de Nicoletta Tomas.

 

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sábado, 7 de febrero de 2009

Los amantes




"Los amantes" - René Magritte - 1928


Anoche soñé con Congo.

Congo llegaba hasta mi cama
y me tocaba la cara con sus manos frías,
para despertarme,
mientras me susurraba al oído que había vuelto,
para llevarme con él a la isla donde las ranas bailan el hula-hop.

Con mis brazos atraía a Congo
hacia mi cuerpo,
sin abrir todavía los ojos.
También yo quería susurrarle
cuanto lo había echado de menos,
cuanto tiempo llevaba esperándolo.

Y Congo,
el Congo que a mí me gusta,
empezaba a acariciar mi cuerpo ,
desnudo cálido, entre las sábanas,
y me besaba,
me llenaba de besos
pequeños húmedos,
por el cuello
por los hombros
por los brazos
en los pezones
por mi vientre
en el ombligo…
y me lamía,
como se lame un perro herido,
y me abrazaba
y me quería.

Congo me quería
y entraba en mí,
despacio lento
para llevarme a esa isla donde las ranas bailan el hula-hop
y los días tristes siempre son azules
y se movía,
se movía dentro de mí
despacio lento
y yo pedía,
le pedía a Congo,
lo agarraba fuerte con mis manos,
le clavaba las uñas en los brazos,
y se movía
y me lamía
y me quería.

Congo me quería.



jueves, 5 de febrero de 2009

Las naranjas


Me gusta el olor de las naranjas recién peladas. Si lo imagino se me espiga la piel y siento en la boca ese característico sabor entre dulce y amargo.
Ven, Congo, vayamos a comprarlas.

Comeremos una sentados en un banco del parque. Hoy hace sol. Dejaremos que su jugo refresque nuestros cuerpos, como un chapuzón en el mar una tarde de verano. Compartiremos cada gajo. Los iré metiendo uno a uno en tu boca como si fueses un niño pequeño y goloso, querrás morderme hasta la yema de los dedos. Dejaré que lo hagas mientras estrujas los gajos contra mi mano y el zumo resbala veloz por el brazo dejando surcos en la piel.Terminaremos de comer la naranja con los sentidos inundados.
Con mis manos húmedas, acercaré tu cara para besarte y tú pondrás un dedo en mis labios y dirás: Espera.

Me cogerás de la mano y me llevarás corriendo detrás de un árbol. Me apoyarás sobre su tronco y buscarás mi boca con ansia.

Y me susurrarás: Sabes a Naranja.

"Naranjas y limones" - 1928. Julio Romero de Torres

En la primavera de 1928 Romero de Torres no se encuentra bien de salud y, creyendo que es debido al cansancio, deja de pintar. Para distraerse, sale a pasear muchas tardes, pero su salud no mejora. Se pone en manos de los médicos, diagnosticándosele una grave dolencia hepática, posiblemente cirrosis, debido a su afición a la bebida. Entre las obras realizadas este año destaca Naranjas y limones, una peculiar representación del tradicional bodegón. Frente al frío bodegón de frutas y flores, Romero nos presenta una representación mixta de figura humana y naturaleza muerta. La modelo profesional de origen francés Asunción Boue aparece con el torso desnudo, sosteniendo entre sus manos y su pecho unas naranjas, formando parte así la fruta del protagonismo de la composición. Los limones que dan título a la obra serían los pechos de la mujer. De esta manera, el maestro representa el erotismo femenino, insinuante, con las frutas tapándose o tratando de taparse el pecho, sugiriendo más que mostrando...