martes, 23 de octubre de 2012

Diálogo 1


nube de azúcar
la foto tomada de aquí

ella – Hazme un poema
él   – ¿De qué color?
ella – Del color del viento
él   - ¿De qué viento?
ella – Del viento del Norte
él   - ¿De qué sabor?
ella – Del sabor de la brisa
él   - ¿De qué brisa?
ella – De la brisa marina



ella – Hazme el amor
él   - ¿De qué manera?
ella – De manera dulce… como una nube de azúcar.

él   - No puedo hacer nada
ella – ¿Por qué?
él   - Se me rompió el corazón

 

 

 

Quisiera amarte más y mucho más que como siempre,
prometo no negarte ni uno solo de mis días.
Juro no apartarte ni un segundo de mi mente
prometo amarte más y mucho más que como siempre.

maravilloso e impecable bolero de Café Quijano,
un estilo diferente al que me tenían acostumbrada pero que me encanta.

jueves, 18 de octubre de 2012

El sentido del asombro

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“Una tormentosa noche de otoño cuando mi sobrino Roger tenía unos veinte meses le envolví con una manta y lo llevé a la playa en la oscuridad lluviosa. Allí fuera, justo a la orilla de lo que no podíamos ver, donde enormes olas tronaban, tenuemente percibimos vagas formas blancas que resonaban y gritaban y nos arrojaban puñados de espuma. Reímos juntos de pura alegría. Él, un bebé conociendo por primera vez el salvaje tumulto del océano. Yo, con la sal de la mitad de mi vida de amor al mar en mí. Pero creo que ambos sentimos la misma respuesta, el mismo escalofrío en nuestra espina dorsal ante la inmensidad, el bramar del océano y la noche indómita que nos rodeaba.

Una noche o dos más tarde la tormenta había desaparecido y llevé de nuevo a Roger a la playa, esta vez fuimos más cerca del borde del agua rompiendo la oscuridad con el cono amarillo de nuestra linterna. Aunque no había lluvia, la noche era otra vez ruidosa por el romper de las olas y el viento insistente. Claramente era un tiempo y un lugar donde lo importante y elemental prevalecía.”

Así comienza El sentido del asombro.

Y así termina El sentido del asombro:

“Hace poco recibí en el correo una carta que guardaba un testimonio elocuente de la permanencia del sentido del asombro durante toda la vida. Era de una lectora que me pedía consejo para escoger una zona de la costa para ir de vacaciones, un paraje natural donde pudiera pasar los días entre playas vírgenes, explorando ese mundo que es viejo pero siempre nuevo.

Lamentablemente excluyó las playas escarpadas del norte. A ella le habían encantado las playas toda su vida, me dijo, pero trepar por las rocas de Maine podría resultar difícil para quien pronto llegaría a su ochenta y nueve cumpleaños. Cuando dejé su carta me sentí reconfortada por las llamas del asombro y el estupor que aún ardían intensamente en su mente y espíritu jovial, tal como debían de haberlo hecho hace ochenta años.

Los placeres que perduran al contacto con la naturaleza no están reservados para científicos sino que están al alcance de cualquiera que se sitúe bajo el influjo de la tierra, el mar y el cielo y su asombrosa vida.”

…ooo000ooo… …ooo000ooo…

El sentido del asombro fue escrito por Rachel Carson, una mujer que hizo historia en el mundo ambientalista con su libro La primavera silenciosa (1962), en el que denunció el uso indiscriminado del DDT.

La firmeza de su argumentación junto con su capacidad comunicativa desencadenaron la alarma social. Por este motivo, el Congreso de EE.UU, bajo el mandato de J.F.K., la llamó a comparecer ante una Comisión de Estudio acerca de los Pesticidas. Como consecuencia, la Comisión estableció la necesidad de comenzar Políticas de Protección de Salud Pública y de Conservación de la Naturaleza. En 1969 se firmó la Ley Nacional de Protección Ambiental [precursora de toda la legislación ambiental americana y más tarde de Europa] pero Rachel no llegó a conocerla, ya que murió de cáncer de pecho a los 56 años, en 1964.

Los movimientos ecologistas surgen, como explican la mayoría de los tratados de Historia de la Conservación, a raíz de la publicación de La primavera silenciosa.

El libro El sentido del asombro fue en origen un artículo que le encargó una revista y que se tituló Help your child to wonder (1956), Ayuda a tu hijo a asombrarse, y que fue publicado póstumamente en 1965.

El sentido del asombro es un libro de reflexiones y experiencias a lo largo de su vida cuidando a su sobrino Roger [a quien adoptó cuando quedó huérfano].

La capacidad de asombrarse se tiene desde muy niño. El asombro provoca lanzarse a descubrir un mundo porque fascina y el tiempo se percibe como algo que no es ajeno.

Rachel Carson no tenía ninguna pretensión de enseñar a su sobrino toda su ciencia, quería simplemente que surgiera el “wonder”. Esta palabra en inglés tiene una doble acepción; la de sorprenderse y la de preguntarse.

Rachel intuyó que este sentido natural, que todos poseemos, iba a mermarse ante el avance de una tecnología que tendía a separarnos del contacto con la naturaleza. Ella sospechó que aquella época que le tocó vivir, cuando se creía al aire libre, iba a tener los días contados [bañarse en el río, construir cabañas en los árboles, tumbarse en los campos de trigo…] Es por eso que vio imprescindible cultivar el sentido del asombro.

Más allá de revelar en su vida las agresiones a la naturaleza, su principal legado fue enseñarnos que no hay mejor manera de preservarla que experimentar su grandeza.

Palabras de Mª Ángeles Martín R-Ovelleiro, extraídas del Prólogo de El sentido del asombro. Ediciones Encuentro. 47 págs. 5€

martes, 16 de octubre de 2012

La vida te da sorpresas


Hace años me prometí a mí misma que no iba a volver a caer en la tentación.
Pero hoy, sin pensarlo, caí otra vez.
Sorpresas te da la vida.


martes, 9 de octubre de 2012

La historia cuasifeliz de Begoña Miramontes y Ulises Maldonado

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La pintura es de Iria Blanco Barca

La primera reacción de Begoña cuando una amiga común le presentó a Ulises fue decirse: Ni loca. No. Ulises no me atrae nada físicamente como para salir con él.

Y es que no podía evitar, desde que estaba otra vez en el mercado, después de su separación, en hacer este primer análisis crítico tópico, cuando le presentaban a alguien, que como ella, también estaba en el mercado.

Pero la vida que es una jodida caprichosa, ¡zas!

Ulises insistió, insistió e insistió. Insistió tanto que Begoña no pudo más que acceder a darle una oportunidad. No era mal tipo, Ulises. Y era muy divertido.

Recuerda que cuando iba a la terapia, Julián, su psicólogo, siempre le preguntaba por la relación y ella siempre contestaba titubeando: Bueno… sí… estoy bien… es un buen hombre… se porta bien conmigo… yo creo que nos falta… bueno, a mí me falta… ¿chispa, sabes? Ya sé que soy una tonta romántica pero no se me estremece el estómago… (podría añadir también: ni dicha sea la parte, pero se lo callaba por decoro).

Aunque Begoña sabía que les faltaba esa chispa, no quería darse por vencida. Begoña era muy tozuda; eso decían todos. A ella, en cambio, le gustaba más pensar que era concienzuda.

Concienzuda - Se aplica a la persona que hace las cosas con cuidado y pone todo su empeño y atención.

Tozuda - Se aplica a la persona que se mantiene firme en una opinión o actitud a pesar de las razones o las dificultades que pueda haber en contra.

Quería de una vez por todas atinar con el hombre adecuado, apostando más con la cabeza que con el corazón, ya que siguiendo los dictados (¡que cursi!) de su corazón siempre le había ido bastante mal.

Pero la relación no iba. Cuanto más cariñosa se mostraba Begoña, cuanto más lo intentaba, más frío se mostraba Ulises.

Y no lo entendía.

Ulises decía que la quería, que estaba muy enamorado de ella, que era lo mejor que le había pasado, que qué suerte que hubiese aparecido…

Es más, dos veces Ulises le pidió matrimonio y Begoña lo rechazó porque no estaba segura, además de que eso del matrimonio ¡Quita, quita! Begoña y los papeles no se llevaban bien.

Begoña y Ulises no se veían durante la semana porque resulta que Ulises y Begoña no vivían en la misma ciudad. Begoña vivía en un pequeño pueblo de provincias y Ulises vivía en una pequeña villa marinera. Nada que ver, a no ser por lo pequeño que puede llegar a resultar todo… Los espacios, los pueblos, el amor…

Un día, un sábado por la tarde, estaban los dos sentados en el sofá del salón de casa de Ulises, un dúplex muy acogedor y soleado. Begoña hacía punto de cruz (para no aburrirse) y Ulises hacía que estaba concentrado en la película penosa de la tele.

Begoña ya llevaba tiempo notando que Ulises esquivaba hacer el amor, aludiendo que estaba cansado, que estaba estresado, que estaba preocupado… Es más, Begoña sentía que ni se acercaba a hacerle alguna tontería por miedo a que desemboca en algo más.

Y, claro, tal y como estaban las coas, Begoña tenía dudas, así que más de una vez, le había preguntado abiertamente a Ulises, si había alguien más, si ya había dejado de gustarle.

Es que ¡maldita sea!, entre todos los hombres del mundo mundial, follarines de los bosques, le tenía que haber tocado a ella uno de los que nunca tenían ganas. Inaudito. Al menos todos sus compañeros presumían de estar siempre dispuestos, y ella venga, tragando por no confesar sus derrotas amorosas.

¡Que me lo expliquen!, se decía Begoña cabreada.

Así que aquel sábado Begoña, tozuda y concienzudamente, decidió insinuarse a Ulises.

- Uli, ¿hace una siestecita?

Ulises hizo como que seguía reconcentrado en la película pero Begoña ya sabía que la había escuchado con claridad meridiana. Y no se dio por vencida.

- Ulises, cariño, ¿subimos a echar una siesta?

Ulises puso cara como de sufridor en casa y cogiéndola de la mano al mismo tiempo que se levantaba del sofá, le contestó resignado:

- Venga, vamos.

Begoña no lo pudo soportar. Montó en cólera por dentro y haciendo acopio de valor para parecer la mujer entera y verdadera que no era, le contestó.

- ¿Sabes qué te digo? Que no necesito que me hagas ningún favor. Ya me las apaño yo solita.

- No te pongas así, cariño, lo siento. Me salió sin querer pero no quería decir eso. Quería decir que…

- No sigas, por favor, que lo vas a empeorar. Voy a subir a echar la siesta sin tu compañía, y te ruego por favor que no subas. Ya lo hemos hablado otras veces Ulises, te pasa algo y quiero ayudarte pero si tú no quieres reconocer que hay un problema, mal vamos.

Y Begoña subió. Sola.

Se sentó en el sofá azul de la habitación que compartían, justo debajo de la velux. El sol regaba la estancia produciendo unos colores delicados sobre el edredón. Y lloró. Lloró mucho. Dolida. Rechazada. Sintiéndose poco atractiva. Y nada deseada. Pero después del llanto sus manos y sus dedos empezaron a consolarla.

Aquella fue la primera vez de muchas. La etapa más turbadora de su vida. Y el principio del fin de su vida en común.

 

No queda nada del dolor que me causaba
mendigarte por un beso,
volví a encontrar la libertad
y se escapó mi corazón que estaba preso.
Se disipó la oscuridad en mi interior.
Y ahora veo que tu amor no era amor.
Tal vez te duela, pero desde que te fuiste
me siento mucho mejor.

Sin ti,
ha vuelto a entrar la luz por la ventana,
he vuelto a sonreír en las mañanas,
sin miedo a que alguien me diga que no…

sábado, 6 de octubre de 2012

Turn me on


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Playa de Campelo

Me gustan las sopas,
da igual que sean de pollo,
de verduras o de pescado.

Me gustan las tostadas de pan reseso
con aceite de oliva virgen extra
y tomate restregado por encima.

Me gustan los pescados,
cocinados a la plancha,
cocidos, fritos, al horno.
Sobre todo me gustan los azules,
y comerlos con los dedos.

Me gustan los bocadillos de chorizo,
con queso,
acompañados de una cerveza fuerte y oscura,
o una sidra muy fría.

Me gustan los helados,
sentada en el sofá del salón,
con las piernas cruzadas
y después,
dejar que Ron lama la cucharilla.

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Ron

Me gustan las castañas cocidas,
y el olor a fiuncho.

Me gusta el maíz tostado,
y los anacardos,
regados con sorbos de coca cola,
mientras termino de preparar la comida.

Me gusta el arroz blanco,
con huevos fritos y salsa de tomate.

Y las anchoas,
y los pementos do couto,
y la lechuga regada con salmorejo.

Me gusta que me sorprendas,
en la cocina,
con las manos empolvadas en harina,
o preparando caramelo líquido para hacerte un flan.

Like the desert waiting for the rain
Like a school kid waiting for the spring
Im just sitting here waiting for you
To come on home and turn me on

Reseso – (gallego) Seco, viejo y de mal sabor. Rancio. Dícese generalmente del pan, galletas, etc.

Por extensión, al pan de ayer, que solo está seco pero no viejo y de mal sabor, ya le llamamos reseso.

Fiuncho – (gallego) Hinojo. Planta aromática. Su semilla es una especie de anís.

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El Pemento do Couto es una variedad de pimiento (Capsicum annuum L) originaria de la comarca coruñesa de Ferrolterra, en el extremo norte de Galicia, comarca que a su vez se encuentra integrada por Ares, Fene, Ferrol, Mugardos, Narón Valdoviño, San Sadurniño, Moeche, Cedeira, As Somozas y Neda. El nombre del pimiento tiene sus raíces en el Monasterio do Couto o Mosteiro de San Martiño de Xuvia en el concello de Narón,

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lugar donde al parecer, los monjes iniciaron la selección y cultivo del Pemento do Couto (IPG Denomianción de Origen).

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Los pementos do Couto son pimientos muy pequeños cuyo peso no supera los 6 gramos y su longuitud máxima es de 8 centímetros, color verde oscuro y sabor dulzón, debido a la ausencia de capsaicina, principal componente activo de los pimientos picantes.

En resúmen, los pementos do Couto son parecidos a los pimientos de Padrón, sólo que los de Padrón, unos pican e outros non.

El salmorejo es una crema servida habitualmente como primer plato; se trata de una preparación tradicional de la zona andaluza de Córdoba. Se elabora mediante un majado (machacado, triturado) de una cierta cantidad de miga de pan, a la que se le incluye además: ajo, aceite de oliva, vinagre (opcional), sal y tomates[. Debido al empleo del pan, su consistencia final es la de un puré, o el de una salsa. Se suele servir con pedacitos de otros alimentos en su superficie como: virutas de jamón, picatostes, o con migas de huevo duro.

martes, 2 de octubre de 2012

Después de un libro

 

veu visitarme o mar

Ese texto lo escribí después de la lectura de este libro de Rosa Aneiros, hace ya algunos años.
Todavía recuerdo con placer el paseo por sus páginas.

Y es que hay libros que dejan una marea inmensa dentro del corazón.

Después de acabar de leer un libro con el que he pasado buenos y malos momentos, siempre siento un vacío.

¿Qué tal le irá ahora a Alba que ha vuelto de nuevo con Marcos?

¿Podrá dejar de tomar Tranquimazín y beber ginebra?

¿Será la última marea negra de su vida?

El mar visitó a Alba un día y ella se quedó a su lado, a veces mirándolo con odio y otras como se mira a un hijo.

Por el camino dejó a familiares y amigos. No había otra opción para emprender su nueva búsqueda en solitario.

Las pérdidas no tienen vuelta atrás.

Y es muy duro pensar que tal vez no exista un mañana. Claro, que mejor no dejarse abatir con esta idea.

Sí. Para mí habrá un mañana y un pasado mañana. Quiero hacer muchas cosas todavía. Aprobar unas nuevas oposiciones. Ver como caen de nuevo las hojas este próximo otoño. Ir a mi faro una noche de invierno y sentir como el miedo a la oscuridad rodeará el coche que se bamboleará con el viento…

Divago,
sola,
en esta casa que me arropa
como un chal de lana.

Mis ojos se mueven ahora hacia el faro azul y blanco de cera. Reposa en la mesita auxiliar, al lado de la butaca donde estoy sentada. Nunca me sentí capaz de encender su luz. No soportaría ver como la cera derretiría sus ventanas.

Me comparo con Alba. Ella, como yo, también iba a pensar al faro; yo a mi faro [Punta Frouxeira] y ella al suyo [Faro de Fisterra], sobre todo cuando quería resistirse a la ginebra y al Tranquimazín. Yo también tomé pastillas. Con otro nombre, con otro color.

Allí, en el Faro de Fisterra, Alba recordaba los besos de Marcos. El calor del cuerpo de Marcos entre sus sábanas. Y en las noches de niebla oía el ulular de la sirena.

Alba.

Marcos.

Yo.

Él.

Marea Negra.

Nunca máis.

 

Sinopsis del libro:

“Alba es una joven cordobesa afincada en Galicia desde hace diez años. Está pasando por un momento delicado en su vida. Su novio, Marcos, acaba de abandonarla y ella está sumida en una profunda depresión. Hace años que no hablaba con su amiga Isa y ahora comienza a escribirle, recordando cuando hace ya una década, ambas decidieron ir a la Costa da Morte para ayudar en las tareas de limpieza de las playas, debido a la marea negra que produjo el buque Mar Egeo.

Alba, bióloga de profesión, vuelve a enfrentarse ahora a la misma situación de antaño, esta vez con un nuevo barco, el Prestige.”

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