Buenos días, Rai.
¿Qué tal te va?
Pues lo voy llevando pero no muy bien, la verdad.
Cuéntame.
¿Recuerdas que te hablé que Antonio me había dicho que fuera a su casa el mes pasado para conocer a sus hijos y eso…? Pues empezó a darme largas y más largas. Que si era mejor esperar y no precipitarse, que me parece bien… Que le venía mal porque tenía cosas que hacer en casa (mentira, no le creo)… Que tenía que dar unos cursos (las clases duran una hora)… En fin que fue él justo quién más insistió cuando yo no quería ir y ahora que estaba ya mentalizada, nada. No lo entiendo. Además, ¿sabes lo que comenzó a hacerme? Pues que cuando es la hora de que hablemos apaga el teléfono, durante varios días no consigo hablar con él y después me llama tan contento y feliz. Como si habláramos la víspera. Es enfermizo. Tengo la ansiedad por las nubes. Cuando llegan las 10 de la noche, la hora en la que solemos hablar mi corazón empieza: Boom, boom, a golpear a toda máquina. Y no puedo dejar de mirar el teléfono. Y tengo ganas de marcar yo para no tener que esperar la llamada pero sé que no debo, que debo vencer esa dependencia. Y me estreso más y más. Y la llamada no llega. Y casi siempre Claudio y soy yo la que marco y después me maldigo y me maldigo porque no me contesta, o si me contesta, también, por ser débil, y me voy a la cama llorando porque esta relación no me conduce a ningún sitio y porque no sé cómo vencer mi dependencia emocional y porque le odio por ser tan cruel conmigo. Creo que no me merezco que alguien me trate así. Puede que tenga mis problemas, como todo el mundo, pero no le hago daño a nadie, al menos deliberadamente y…
Claro que no te mereces que sea cruel contigo. Él sabe cómo eres y los problemas que tienes, se los has contado desde el principio, así que suponiendo que él es el fuerte tendría que ser más considerado y tratarte con honestidad y respeto.
Creo que tengo que terminar ya con esta relación. No puedo más, en serio. Pero tengo tanto miedo Rai. Tengo el miedo de siempre: a terminar sola sin nadie que me quiera, como si fuese el niño del orfanato al que no se lo lleva a casa ninguna familia. ¿Por qué una y otra vez me equivoco, Rai?
Verás, equivocarse no es el problema porque todos nos equivocamos. El problema es dejarse llevar por una relación que no te conduce a ningún sitio y que te está generando tanta frustración y angustia. Para que una relación funcione tienen que poner los dos de su parte, tú sola no puedes querer por los dos, aunque es lo que estás intentando ahora.
Lo sé. Lo sé. He pensado… Que ahora voy a ser yo la que voy a dejar de cogerle el teléfono. Quiero pagarle con la misma moneda, y no lo voy a hacer por eso de “ojo por ojo y diente por diente”, quiero hacerlo porque me parece lo justo. Y voy a escribirle una carta. Explicarle todo lo que me hace sentir y decirlo lo dañino que está siendo conmigo, sobre todo con mi salud mental. Él sabe por todo lo que he tenido que pasar y por lo que estoy pasando. No puede tenerme a su antojo, manejarme como a un títere.
Respetarnos a nosotros mismos es un gran paso, Tricia. Si tomas esa decisión, aunque lo pases algo mal, no te vas a arrepentir. Y además, piénsalo, ya lo estás pasando mal ahora para no tener nada. Porque lo que tenéis no es una relación sana, ni por tu parte, ni por la suya. Porque también te digo que lo que está haciendo tampoco me parece normal y maduro. No conozco sus motivos pero no es sano.
¡Si no fuera este maldito miedo!
Mira, desde que vienes a la consulta, nunca te han faltado pretendientes. Eres una mujer inteligente, agradable, de buen ver, alegre… Siempre has tenido oportunidades. Antonio es un escollo en tu camino y cuanto más pronto lo superes mejor.
Gracias por los piropos pero…
Las decisiones tienes que tomarlas tú, nunca voy a decirte lo que tienes que hacer, sólo puedo orientarte y hacerte ver lo que te acontece desde varios primas para que no te obsesiones y te obceques, pero tú has de hacer el resto.
Lo sé, Rai, lo sé.
¿Qué tal estás durmiendo?
Pues imagínate, mal. Me despierto un montón de veces por las noches y tengo pesadillas. Las pesadillas de antes, ¿te acuerdas? Tengo que subir por una escalera muy muy alta y me da miedo. Pero sé que tengo que subir esa escalera porque detrás está el mar. Y yo quiero ir al mar. No sé por qué siempre pienso en él como mi meta. El caso es que paso tanta angustia que hay veces que en este momento del sueño me despierto llorando. Pero otras veces paso a la siguiente fase y comienzo a subir. Me veo subiendo agarrotada, con las manos sudorosas y el corazón a mil pero resulta que cuando llego arriba y comienzo a descender hacia el otro lado, me digo a mí misma: “Ves, tonta, si no era tan difícil”. Y toco la arena con mis pies. Siempre estoy descalza en el sueño. Y la arena es cálida. Y el mar está embravecido pero no tengo miedo. Las olas me llaman a su lado. Me desnudo y entro en el mar. Es el atardecer. Y me pongo a nadar hacia la raya del horizonte, mirando al sol, sintiéndolo sobre mi cara… Es muy agradable. Aunque casi nunca sueño hasta el final, suelo despertarme en la fase de la angustia.
¿Estás tomando el tranquilizante?
Sí, me ayuda bastante y no quiero hacerme la valiente. No compensa porque si tengo otra crisis tengo que volver a empezar de cero y no merece la pena por una pastillita de nada. Sólo que todo este tipo de trastornos tienen tan mala prensa… No sabes cómo me cabrean esas personas que te dicen que no te tomes nada, que te dejes de tonterías, que te eches todo a la espalda y pases… Es que no comprenden que es una enfermedad, Rai. Te hacen sentir como una mierda. A alguno quería verlos yo en mi lugar. ¿Sabes qué me dijo un compañero el otro día? Que él no podría vivir con alguien como yo por este tipo de problemas emocionales que tenía. Joder, que no soy una leprosa, no contagio y no le hago la vida imposible a nadie. Bien sabes que me lo como yo todito por dentro y no digo nada a nadie, que a la vista de todo el mundo soy una mujer normal, algo nerviosilla sí, pero normal. Me pareció fatal porque sentí que me marginaba, que me consideraba diferente, un bicho raro. Y no te hablo yo de él porque si no nos dan las uvas… En fin, sin comentarios.
Yo creo que sí que debes tomarte el ansiolítico un tiempo, hasta que consigas equilibrar la ansiedad y luego, cuando tú vayas encontrándote mejor, ya tú misma querrás dejarlo. Confía en ello.
¡Qué difícil es todo, Rai! A veces yo misma me sorprendo, cuando vuelvo la vista atrás y veo todo lo que he conseguido pero es que todavía me queda tanto por hacer... ¿Y si un día me canso de seguir peleando?
No te cansarás, tú no eres de esas ¿no te das cuenta? Siempre has peleado por intentar ser feliz, y sí, puede que ahora mismo no lo seas pero verás como llegará un momento en que encontrarás lo que buscas.
Ojalá que sea así. Por cierto, ayer fue tu cumpleaños, ¿verdad?, te he comprado una cosilla, una tontería, porque siempre estás ahí para mí, me das mucha confianza y te lo agradezco.
Gracias, no hacía falta, mujer. Es mi trabajo. Dame un besiño, anda. Y no te emociones ahora que hoy has estado muy valiente.
¿Ves? Siempre tienes esas palabras de aliento y empuje. Ojalá encontrara a mí alrededor a muchas más personas así, otro gallo cantaría.
Vales más que muchos, Tricia, sólo que no quieres darte cuenta de ello. Te lo digo en cada sesión.
Quiérete por todo lo que vales.
Gracias, Rai.
Nos vemos en dos semanas, ¿te parece?
Vale, ya me enviarás un mensaje con la cita para que no se me olvide.
Ok. Pero ya sabes… si en algún momento necesitas algo me llamas al móvil.
Nos vemos.
Cuídate, Tricia. Y confía en tus fuerzas.
Siempre lo hago, me cuesta pero lo hago.