miércoles, 24 de junio de 2009

Lugares comunes

Esta fotografía me la hace llegar Francisca, una mujer con muchas inquietudes artísticas, como así queda demostrado en sus blogs:

Froiliuba. Paseos por la vida

Baúl del arte 

Melodías de una vida

En uno de ellos se define como "amante de la vida, del arte y de la música" y a cada uno de estos conceptos dedica cada uno de sus blogs. Os invito a conocerlos pinchando en los enlaces.

Además de compartir esto de los blogs, Francisca y yo compartimos una afición más: LA MOTO, que nos depara emociones intensas y la experiencia de conocer lugares llenos de encanto, rodeadas de personas con la misma pasión por las dos ruedas.

Gracias por la foto Francisca. Espero que el texto te guste.

Froiliuba

 

Un día, tu corazón acorazado,
olvidará echar la cadena,
agotado ya por tantos años de alertas y vigilias.

Será el momento
en que mi alma subversiva al acecho,
iniciará el asalto de todas tus venas y arterias.

Finalizado el combate,
tu corazón y mi alma,
sellarán un pacto de sangre
e izarán la bandera de tu rendición,
en la loma más alta.

Juntos al fin, verdaderamente,
contemplaremos nuestros cuerpos nítidos,
desprovistos para siempre de murallas y fronteras.

 

lunes, 22 de junio de 2009

La conferencia de las albóndigas y Fran Alonso.

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El escritor no para de hablar. Su discurso es entretenido y me gusta escucharlo. Lo que nos cuenta me parece interesante. Está lleno de humor, anécdotas, curiosidades… Pero yo no puedo dejar de pensar en las albóndigas. Ya veo la carne picada adobada con perejil, ajo y sal.

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 fran alonso A-vida-secretaMM poetizate cartas de amor   (y más...)

Ahora el escritor-poeta habla de los libros que ha publicado. Dice que todos contienen un toque de soledad y neurosis. Y yo ya tengo preparadas las bolas de la carne previamente mezcladas con miga de pan mojada en leche y yema de huevo. Voy a rebozarlas en harina.

Ahora el escritor-poeta-novelista se dirige a un chico joven del público y nos habla acerca de la imaginación de los niños. De si está sobrevalorada o en verdad los niños son tremendamente ingeniosos. Podría intervenir y añadir algo. Pero estoy erre que erre con las albóndigas. Ya las he freído y están nadando en la salsa que preparé con antelación: cebolla pochada, tomate triturado, vino blanco y tomillo. La he probado con una cuchara pequeña y está buena.

El estómago me ha rugido y miro a mi alrededor. Parece que nadie se ha dado cuenta. Respiro hondo, aliviada.

Ahora el hombre habla con una mujer mayor sobre qué sucedería si leer o escribir produjesen cáncer ¿Es imprescindible la literatura y todo lo relacionado con ella para el ser humano? Sería algo terrible, ciertamente. Sin escribir tal vez podría vivir. Y digo tal vez porque tengo mis dudas de que pudiese conseguir reducir esta corriente que recorre mi cuerpo cuando siento la necesidad de empezar a monologar o dialogar (si hay personajes con quien hacerlo) ante una hoja en blanco ¿Y leer? ¿Qué sería de mi vida sin los libros? Porque no sería igual sin Juvenal Urbino y Fermina Daza (creo que sus nombres eran éstos), sin Macondo, sin poder escribir los versos más tristes esta noche, sin hacer una trato compañera mía, sin Andrea, a quien apenas conoce nadie porque inspira los versos de un gran amigo que todavía no ha publicado o sin el Capitán Nemo…

Se me ocurre en este punto que tal vez pienso en las albóndigas porque el hombre-escritor-poeta-novelista nos leyó poemas de tortillas. Tortillas con cebolla, con chorizos. Sus versos son demoledores. Una mujer hace tortillas para los obreros. Para comer en tapa o en bocadillos. Los imagino, mientras recita, acodados en la barra sucia de un bar cutre de puerto. La ropa sucia de grasa. Las caras arrugadas de frustración. Y las manos cuarteadas de muchas lunas en vigilia.

Me he perdido.

Las imágenes de la memoria me han llevado hacia un laberinto sin salida. Cuando vuelvo a la sala, él, simplemente, habla de cómo lee por las noches a sus hijas antes de dormirse. Y nos lee a todos, a nosotros, su público, uno de esos poemas a caballo entre lo infantil y la cruda realidad.

Nadie me ha leído así un poema. De un modo tan tierno. Porque hubo una vez un hombre que me leyó un poema. Era de Neruda. Se sabía algunos veros de memoria. Pero sus intenciones no eran tiernas. Sólo quería leerme porque sabía que a mí me gustaba. Quería conseguir algo a cambio. No pudo engañarme. Sus ojos lo decían todo aunque su voz quería parecer desinteresada. No había música en lo que decía. Y tampoco saltaban estrellas de colores de entre los versos desnudos. En cambio, él… él si que transmite cosas. Hace que me sienta como una de sus hijas. Pequeña. Y llena de admiración.

Se está despidiendo ya. Y comienza a leernos el último poema:

“Non hai máis butano, amor.
Haberemos de ducharnos apagados,
Afogados no corpo das augas que nacen en nós.
Ti precisas deterxente.
Eu, un xel de rosas e camelias.
Cando remate, amor, celebraremos
a nosa hixiene de cosméticos.
Mentres dure”

Fran Alonso “Persianas, pedramol e outros nervios” (1992)

“No hay más butano, amor. Habremos de ducharnos apagados, ahogados en el cuerpo de las aguas que nacen en nosotros. Tú necesitas detergente. Yo, un gel de rosas y camelias. Cuando termine, amor, celebraremos nuestra higiene de cosméticos. Mientras dure.”

 

 

fran_alonso

Con las últimas gotas de la ducha me quedo clavada en el asiento mientras todos aplauden y comienzan a salir desfilando como soldados de plomo cansados.

 

Este texto surgió una tarde, hace años, mientras escuchaba a Fran Alonso, que también tiene blog: http://cabrafanadablog.blogspot.com/

 

sábado, 20 de junio de 2009

Tu nombre

pins

Te llamo Congo,
igual que te podía haber llamado
Pedro, Carlos o Santiago.

Pero Congo es un símbolo,
sólo nosotros sabemos qué significa
y en que instante nació.

¿Te acuerdas de aquella noche? Era de madrugada. Apenas nos conocíamos todavía y ya no éramos capaces de despedirnos. El tiempo se deslizaba con tanta suavidad por nuestras bocas que nos asustaba. Y es que entonces ya soñábamos cosas, desde el principio.

Y fíjate hoy, años después ese tiempo es nuestro aliado. Y ya no nos asusta que se deslice inexorablemente. Lejos de eso, saboreamos su transcurso como si nos bañásemos en el agua de un río manso. Cada instante. Porque ahora ya sabemos que hemos ganado las primeras batallas.

Te llamo Congo,
igual que te podía haber llamado
Guillermo, Toro o Rubén.

Pero Congo ya es tu nombre,
sólo nosotros sabemos qué es para siempre
y en qué instante aceptamos nuestro destino

 

 

La imagen es de Arthur de Pins, un joven ilustrador de Bretaña (Francia). Estudió artes decorativas en París. Ha hecho animación, caricaturas, comics, posters, etc. Trabaja principalmente como diseñador gráfico. Sus trabajos han sido portada de varias revistas, ha hecho campañas de televisión para marcas muy conocidas dentro y fuera de su país.

Famoso por sus dibujos eróticos y peculiares pin-ups estilo chibi, Arthur de Pins ha publicado el comic erótico "Péchés Mignons" así como su libro de arte, además de tres animaciones: "Géraldine", "L'eau de rose" y "La revolution des crabes" (Cinefrancia: Premio mejor cortometraje).

 

miércoles, 17 de junio de 2009

Cualquier tiempo pasado fue peor

Esta foto que se une a mi serie de Fotografías, me la hace llegar Tu paisano, del que desconozco si tiene o no blog porque en su enlace aparece directamente la imagen que hoy os dejo, según podéis comprobar vosotros mismos en el comentario que hizo en el post "Y si...? , que dice así:

"Como muestras la foto de donde vives, y quieres fotos para tu blog, te mando esta de Burgos donde vivió el del FERROL."

Desde aquí quiero darle las gracias porque todas las fotos son bienvenidas siempre que se atengan al talante de este blog. La verdad es que desconocía que "el del Ferrol" hubiese vivido en Burgos y me pongo a investigar un poco y:

Aquí encuentro: "... En la provincia de Burgos se conocen por el momento 9 fosas comunes, entre éstas las tres más grandes de toda España. La de la lobera, en Aranda de Duero, la de Costaján y la de Villamayor del Monte..."

Aquí encuentro: "... Un total de 81 cuerpos, todos de varones, han sido recuperados de las seis fosas comunes de la Guerra Civil ubicadas en el monte Costaján, en el término municipal de Aranda de Duero (Burgos). El director del equipo científico de la Universidad de Burgos que ha llevado a cabo la exhumación de los restos, José Miguel Carretero, ha explicado en conferencia de prensa las conclusiones del estudio entre las que destacan que el estado de conservación de los restos es "excepcional". La mayoría de las personas cuyos cuerpos sin vida se han hallado tenían entre 20 y 35 años, salvo un joven de 16 años y varios individuos que se pueden clasificar como ancianos. Se han detectado 18 fases de acumulación de cuerpos en las distintas fosas y sólo el 26% de los individuos estaban atados a la hora de la ejecución. También han localizado 111 impactos de bala en los esqueletos y el 90% de los cuerpos presentaba disparos en la cabeza, entre uno y tres impactos de bala de bajo calibre. Aunque se han encontrado diversos objetos personales, como calzado, prendas de vestir, monedas, medallas y anillos, no hay ninguno que permita la identificación directa de los ejecutados. Carretero indicó que existen varios problemas para identificar los cuerpos, ya que es "muy elevado" el número de esqueletos encontrados..."

franco

Fosas, 
fotografías.

Dolor añejo.

Porque nadie es capaz 
de borrar el pasado,
las ciudades,
tampoco pueden borrar
definitivamente,
las huellas que dejaron
los que en ellas vivieron

y murieron.

 

martes, 16 de junio de 2009

Las cosas que no deben esperar más

 

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Un golpe de efecto.

Eso era lo que necesitaba Loliana. Algo que diera al traste con todas esas barreras que no conseguía derribar. Porque ya estaba bien. Harta estaba de soportar tantas indecisiones. Estaba mal, lo sabía, pero se daba lástima de sí misma. ¡Qué patética podía llegar a ser!

Loliana era virgen. Un bien muy preciado hace unos años pero que en la actualidad no tenía sentido. Y menos con 40 años recién cumplidos. Es que cada vez que lo pensaba se ponía de los nervios. Ninguno de los pocos hombres que habían tenido la gentileza de escucharla la habían creído.

Loliana lo entendía. No era fácil alcanzar esa edad intacta porque aún cuando una no tuviera atributos físicos o de personalidad atrayentes, siempre existían oportunidades para todos y más con un margen de edad tan grande, digamos que de 22 años, desde los 18 (vamos a ser prudentes) hasta los 40.

Y a Loliana nunca le habían faltado pretendientes, la verdad. Porque lejos de lo que pueda parecer era muy atractiva. Delgada, rubia de mechas pero con gusto, elegante, con una cultura general media, espontánea y con una sonrisa a flor de piel para cada ocasión que lo merecía sin escatimar.

Sólo faltaba escoger el sujeto adecuado para poner sus planes en marcha. Porque si algo tenía claro Loliana era que no pasaba de este verano. No quería morirse virgen y después de los 40 podía pasar de todo. Bueno, está bien, a veces se ponía negativa de más, pero no quería correr riesgos y que se le hiciera tarde.

Así que empezó a poner en marcha sus planes. Quería dejar todo atado y bien atado para que a última hora no le entrase un ataque de ansiedad e intentara evadirse de la tarea encomendada. Pero Loliana no sabía que en ciertos asuntos, con tanta meticulosidad, estaba ya poniéndose a la defensiva.

¡Ay, Loliana! No contaba con el destino. Ese que nos alcanza cuando, como y donde quiere. Es así para todo el mundo, sin excepciones. Y estaba a punto de suceder algo completamente imprevisto que iba a cambiar todas las cosas, y hacer tambalear su mundo pero desde los cimientos más profundos.

Así que Loliana entró en el ascensor como de costumbre, sin ningún tipo de miedo. Eran las dos de la madrugada y volvía de una cena de trabajo, tan cansada que no se dio cuenta que justo detrás se colaba ya en el último minuto el vecino del 10º, el viudo: agradable y de buen ver, como se lo describía a sus amigas.

El reloj comenzaba ya su cuenta atrás. Tic-tac, tic-tac, tic-tac. Loliana estaba viendo a su vecino más guapo que de costumbre. ¿Sería el vino? Su cabeza volaba a mil por hora. Hasta le habían empezado a sudar las manos. ¡Y como le sentaba ese traje de raya diplomática que llevaba!

No podía ser. Era descabellado. ¿O no? ¿Por qué no podía ser? ¿Y sí…? No, Loliana, no seas loca, ésto no resultaría. ¿Y sí te rechaza? ¿Y sí…? Pero el destino ya sabía lo que tenía que hacer. Estaban en plena conversación intranscendente y vanal cuando su vecino soltó: “No tengo nada de sueño”.

Y siguió como una metralleta: “Siempre me sucede lo mismo, cuando paso de una hora me desvelo y no soy capaz de dormirme. ¿Te apetecería subir conmigo hasta el 10º y tomarte algo?" Loliana no daba crédito. Si antes sudaba un poco ahora su cuerpo se puso a temblar como un junco.

Y sin explicarse cómo fue capaz, se vio respondiendo: “Me encantaría”. Y él soltó una sonrisa franca y espontánea como de haber recibido una gran alegría. Y Loliana se sintió tan desconcertada con el gesto que volverse atrás le pareció una descortesía tan inoportuna e impropia de su educación que se armó de valor.

Y el resto llegó sin artificios. Poco a poco. Porque así lo quiso el destino.

 

La imagen está sacada de aquí

domingo, 14 de junio de 2009

¿Y si...?

 

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Es domingo.
El día está mustio.
Hoy no saldrá el sol,
ni tímidamente.

Senia todavía duerme.
Y como me he despertado temprano,
ya he preparado la lassagna de atún.

Todo está en calma,
aparentemente,
porque hay algo que revolotea en mi interior.

Y es que tengo tantas ganas de ti, Congo,
tantas,
que sin querer me asalta el miedo.

¿Y si no volviera a besarte?
¿Y si no volviera a perderme entre tus brazos?
¿Y si no volviera a oler tu cuello?
¿Y si no volviera a quedarme dormida sobre tu pecho? 

¿Y si...
y si no volviera a sentirte dentro de mí?

 


 

(La fotografía es de Senia, la hizo estas Navidades)

sábado, 13 de junio de 2009

Recuerdo aquella vez...

En los comienzos de mis andaduras por los blogs leía el blog de Chela: "Jubilados jubilosos", pero como todos sabemos, nuestras lecturas van y vienen y así llegan y se van algunos blogs. 

Y Chela se fue pero volvió. Como dice la sabiduría popular: "el mundo es un pañuelo", incluso  el virtual.

Hace unos días estaba hablando con mi amigo Manuel Díaz Vázquez, me contaba que había sido invitado a hablar de su primer libro "Queso fresco con membrillo" en un taller de literatura en A Coruña. Los miembros del taller lo habían leído, analizado y discutido. Me contaba que había sido recibido con mucho cariño y que se había sentido muy halagado como escritor, tanto que incluso una de las mujeres que formaban parte del taller le había dejado una dedicatoria en la última entrada en su blog y a mí se me ocurrió preguntarle: "¿Chela?". Manuel se echó a reir al mismo tiempo que se quedaba atónito por la grata sorpresa. La verdad, también a mí me sorprendió gratamente descubrir que los blogueros estamos más cercanos de lo que nos creemos.

Y de nuevo volví al blog de Chela, y ella al mío. Y así fue como se animó a dejarme esta estupenda fotografía que sacó desde una de las ventanas de su casa para que se uniera al resto de la serie de fotos que publico en el blog.

Muchísimas gracias, Chela. 

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- Al ver esta foto se me viene a la cabeza un día que fui a navegar con tu padre.

- ¿Con papá y con el miedo que te da el agua?

- Ya ves. Es que por aquel entonces me daba todo igual.

- ¿Todo? ¿Y yo?

- Ya sabes lo que quiero decir. ¿No sabes cómo son esos días en los que tú me dices que estás harta y que mejor sería morirse?

- Sí. Pero en el fondo no es verdad que sienta eso, lo digo porque a nadie le gusta sufrir.

- Lógico. Pero aquel día del que te hablo... Recuerdo que también sentía eso. Quería morirme, sin pensar en ti, en nadie. Nuestra vida en común ya era un infierno y no podía más. No tardamos mucho en separarnos.

- ¿Sabes? En realidad tú y papá no pegáis nada. Ahora que os veo por separado sé que no tenéis nada en común.

- Lo sé.

- Ahora con Congo pareces feliz.

- Es que soy feliz.

- Pues ya está. ¿No me dices tú siempre: "lo pasado, pasado”?

- Sí

- Pues venga, veamos otra foto.

 

                                        (t.g.d.t.d.m., Congo)

 

martes, 9 de junio de 2009

Margarita II. Principio y fin de un cuento.

DE CUANDO MARGARITA EMPEZÓ A DESEAR SER OTRA COSA

Margarita se supo distinta desde el momento en que abrió los ojos y sintió el primer soplo de brisa marina. Y lo supo instintivamente, no necesitó que su madre ni sus hermanos le dijesen nada. Cada vez que hablaba con su familia y con sus vecinos notaba las miradas extrañas que se clavaban sobre su cuerpo. Se expresaba con claridad, y con una espontaneidad que no observaba en el resto de sus congéneres. Por eso poco a poco se había ido aislando. En vez de jugar con las demás tortugas de su edad prefería irse a la orilla del mar a buscar conchas o esconderse entre las hierbas y observar como los caracoles y demás insectos realizaban sus quehaceres.

Un día mientras estaba escondida vigilando a una libélula vio a Lucrecia, una tortuga que según las habladurías, estaba muy enferma. Una de esas nuevas enfermedades raras. Iba a acercarse a hablar con ella, quería conocerla, cuando de pronto la sobresaltó un ruído. Era una gaviota que bajaba en picado. Intento correr para separar a Lucrecia de su trayectoria porque pensó que sería más efectivo que hablarle pero al ver que no llegaría a tiempo gritó con todas sus fuerzas:

- ¡Cuidado! ¡Cuidado!

No bien había terminado de decir el segundo “Cuidado”, ya vio como Lucrecia viajaba por el aire suspendida en el pico de la gaviota.

El caparazón de Margarita crujió estrepitosamente y empezó a picarle todo el cuerpo como si se cayera de lleno en un campo de ortigas. De ahora en adelante eses serían los síntomas que sufriría cada vez que algo la incomodase o entristeciera de verdad pero Margarita todavía no lo sabía.

Desarmada y confundida volvió al campamento. Tenía que contar lo sucedido a las demás. Cuando llegó al grupo nadie le hacía caso. Cada una estaba a lo suyo. Por eso, tuvo que empezar a chillar como una histérica para que dirigiesen su atención hacia ella:

- ¡Lucrecia! ¡Se han llevado a Lucrecia! ¡Ha sido una gaviota! ¡No llegué a tiempo de salvarla! ¡Intenté ayudarla pero no pude hacer nada!

Todas la miraron con algo de desprecio y reproche. Su madre para hacer menos tenso el momento le habló:

- Margarita, hija, ¿no te das cuenta de que es Ley de Vida? Los fuertes salen adelante y los débiles… Esa es nuestra primera lección, una lección que te enseñé hace tiempo y por lo visto, parece que no prestaste la debida atención.

- ¿Por qué era débil Lucrecia? -le respondió Margarita dolida y sin acabar de comprender.

- Estaba enferma, muy enferma -siguió diciendo su madre.

- No se podía hacer nada por ella -dijo otra tortuga que estaba más al fondo.

- Creo que es lo mejor que le podía pasar -dijo otra de ellas, con cara de haberse sacado un peso de encima.

- Eso es cruel, Mamá, ¿cómo podéis estar diciendo todas esas cosas? -dijo Margarita dirigiéndose a todas en general.

- Margarita, hija, ya te estoy diciendo que estaba enferma, parece que no quieres entender -contestando en un tono ya desafiante y queriendo dejar zanjado el asunto.

- ¿Y qué le pasaba exactamente? ¿Qué enfermedad tenía? -insistió terca Margarita.

- Estaba enferma y punto ¡Deja de dar la lata que pareces tonta! -le chilló su madre.

Las tortugas se miraron todas unas a otras. Empezaban a preguntarse a ver quién contestaba a la pregunta de Margarita, todas querían saber de qué enfermedad se trataba. Seguro que alguna sabía algo más sobre el asunto que el resto desconocía. Lo que le pasaba a Lucrecia tenía un nombre y alguna tendría que saberlo. Era lógico. Pero todas se equivocaban. La triste verdad es que nadie se había preocupado en ningún momento de hablar con Lucrecia para saber que le dolía, por qué estaba tan enferma.

Así que nadie dijo ni una sola palabra. Poco a poco, silenciosas y cabizbajas, el grupo se disolvió. Margarita se quedó sola varada en la arena, como un barco viejo abandonado. Hasta su madre y sus hermanos se habían marchado con todas las demás.

En ese mismo instante, viéndose tan sola y aturdida, comprendió lo terriblemente injusto que era toda la historia y que los demás, aunque fuesen todos menos ella, estaban equivocados. Lucrecia tenía un corazón y nadie se había acercado a él. Y ella… Margarita era demasiado pequeña. No crecía físicamente como las demás, otro hecho que la hacía sentir también diferente.

Se avergonzó entonces de ser tortuga y se juró a sí misma y le juró a Lucrecia, donde quiera que estuviese, que intentaría hacer algo. No sabía por dónde empezaría, ni las cosas que tendría que cambiar pero tenía claro que no quería vivir de aquel modo.

A partir de ese día su estancia en el grupo se hizo más difícil si cabe. Todos le hacían el vacío cuando se acercaba y hasta su madre, lo peor de todo, se avergonzaba de ella.

Pasaba todas las horas de su tiempo, excepto cuando dormía, pensando y pensando. Había oído hablar a algunas tortugas del grupo, las que tenían más fama de díscolas y revolucionarias, sobre no se qué de unas asambleas. Parece ser que todo era algo clandestino. Cuando hablaban sobre ello lo hacían cuchicheando y con gestos y hasta utilizaban un código en clave. Margarita podía ser pequeña, inocente y todo lo que se quisiera pero no tan tonta como para no darse cuenta de que había algo extraño en todo aquello, de que había otro mundo paralelo entre algunas tortugas, podía apostar la cabeza. Y decidió averiguar algo más sobre el asunto.

Una noche montó vigilancia. Hizo esfuerzos terribles para no quedarse dormida así que cuando casi todas estaban ya abandonadas a Morfeo ella seguía con los ojos entreabiertos. Así fue como comenzó a escuchar lo que decían algunas tortugas en sueños ¡Era increíble! Tenían una verdadera organización. Hablaban por turnos y se respetaban unas a otras. Y parece ser que se trasladaban a esa dimensión desde una de las fases del sueño. Atenta a las conversaciones dedujo que el denominador común de todos aquellos “sueños en alto” era que todas deseaban ser otra cosa. Por los motivos más diversos y extravagantes habían renunciado a la condición de ser de una tortuga. En aquellas reuniones nocturnas se buscaban a sí mismas. Buscaban dentro de lo más profundo de su ser en qué querían convertirse.

Margarita no salía de su asombro.

- Entonces todo eso que se rumoreaba por ahí era cierto. Nada de Leyendas Urbanas, como le decía su madre. Resulta que después de todo ella no era tan rara. Resulta que había más como ella. ¡Vaya, vaya! -se decía Margarita a sí misma.

Y tratando de digerir todo aquello, Margarita se echó a dormir.

A la mañana siguiente salió como de costumbre a dar su paseo por la playa. Y tan entretenida estaba mirando al mar que no oyó llegar al cazador de tortugas. Cuando vio que se acercaba con su truel no tuvo miedo, no escapó como las demás. Se dejó coger mansamente porque nada de lo que le pasase en adelante podía ser peor que aquel aislamiento en el que vivía. Y lo más importante, estaba preparada para empezar una nueva vida. Lejos. Muy lejos.

 

 tortugas cartel para salvarlas

 

 

Quiero resaltar que esta parte final del cuento surgió de una de mis sesiones del taller literario. Una tarde llevé la primera parte del cuento (y la única por entonces) al taller literario, para que mis compañeros opinaran sobre ella. Dersu, unos de mis compañeros que alguna vez al principio participó en mi blog y que durante un breve espacio de tiempo escribió el suyo propio, inventó posteriormente una historia, explicando su versión de porqué una tortuga iba a querer ser un ciprés. Se le hacía raro pensar en ello. Una vez que leí su cuento hice mi propia versión (la que os acabo de presentar), y la hice sobre todo porque él me pidió que la escribiera, llevado de la curiosidad por indagar en la psíque de humanos y tortugas :-))

Me regaló su cuento impreso (que voy a conservar siempre) con una dedicatoria:

"A la creadora de tortugas. A mi tortuga favorita, de una tortuga más antigua en la asamblea. Con cariño.

P.D.: Todos somos tortugas"

Sé que continúa leyéndome de vez en cuando y que le gustará  leer que valoro y reconozco su participación en este cuento, más que eso, de seguro que sin su insistencia no hubiera escrito esta parte, principio y fin de la historia. Gracias mil, Dersu.

 

 

sábado, 6 de junio de 2009

Margarita, la tortuga que surgió de un sueño

Emulando el título de la novela del inglés John Le Carré: "El espía que surgió del frío", da comienzo esta historia.

Hace un par de años, un sueño extraño me mantuvo varios días desconcertada. En cualquier momento, da igual lo que estuviese haciendo,  la tortuga de mi sueño (que todavía no tenía nombre) hacía su aparición en mi cabeza y trataba de decirme algo, sin llegar a identificar del todo qué podría ser lo que quería decirme. Hasta que caí en la cuenta de que debía escribir su historia.

Y le di nombre a la tortuga: Margarita.

Y convertí el árbol sin especificar del sueño en un ciprés, una elección meditada por toda su simbología. Muchos pueblos consideran al ciprés un árbol sagrado, llamándolo también: el árbol de la vida.  En otras culturas simboliza la unión entre el Cielo y la Tierra y en otros lugares es el Árbol de la Muerte.

Meses después de escribir mi cuento "infantil" se lo envié por correo a una amiga para que me diese su opinión. Ella me respondió, señalándome que se había acordado de un libro que tenía en casa y que me pasaría en cuanto nos viésemos. Se titulaba: "Aldabra" de Silvana Gandolfi.

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Sinopsis: Elisa tiene una abuela envidiable, capaz de inventar nuevos juegos cada día y de crear un universo mágico en torno a la casa, el huerto, y el cobertizo, repleto de telas y pinceles. El truco para darle con la puerta en las narices a la muerte consiste en transformarse, dice la abuela a su nieta al inicio de esta novela. Pero, ¿de qué clase de transformación habla? Y, sobre todo, ¿qué quiere decir cuando afirma que lo mejor es ser muy duro por fuera y bien blando por dentro? ¿A qué tendrá que enfrentarse Elisa si quiere ayudarla?

Cuando terminé de leer el libro sentí curiosidad por Aldabra y busqué por internet. Aldabra es un atolón de coral en el océano Índico con una gran riqueza natural en lo referente a flora y fauna autóctonas, lo que le ha valido ser catalogado por la Unesco en 1982 como Patrimonio de la Humanidad. Entre su fauna endémica destaca la tortuga gigante de Aldabra. También destaca una importante población de tortuga verde y tortuga carey.

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Hace un par de semanas Eifonso Lagares, del blog Islas Cíes Blog (un espacio personal para la reflexión, comunicación, opinión y expresión libre), que edita desde Vigo, me hizo llegar un correo con un enlace, en donde se hablaba de Aldabra: 101 Lugares Increíbles, una  sección del Blog Visión Beta (cosas que ni te imaginas).

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Tengo que decir que el hecho de que Eifonso se acordara de mi blog me hizo una ilusión enorme y me ofreció así la oportunidad de hablar del porqué de mi nombre en el blog y de porqué me gustan las tortugas y lo que significan para mí. Porque desde que existe Margarita, todas cuantas tortugas veo (también las de Senia) son un poco ella (aunque parezca un desvarío).

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Desde aquí, mil gracias a Eifonso, al que os invito a visitar pinchando en los enlaces. Su blog abarca temas de lo más variado y siempre que lo visitéis vais a poder aprender o recordar cosas realmente  interesantes.

Por último, deciros que el cuento que os dejé ayer: Margarita "La verdadera historia de la tortuga Margarita que más que tortuga quería ser otra cosa", tiene una continuación que os mostraré en unos días, aunque más que continuación debería decir regresión. Espero que no os defraude.

 

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Las fotografías del atolón de Aldabra están sacadas de:  101 Lugares Increíbles y las de las tortugas de Aldabra son de diferentes páginas de internet. Las dos tortuguitas pequeñas son las de Senia y la fotografía la saqué yo. Espero no haberos aburrido mucho porque el post es un poquitín largo. Y si todavía queréis más información pinchar los diferentes enlaces.

 

viernes, 5 de junio de 2009

Margarita I. (Un cuento en dos partes)

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LA VERDADERA HISTORIA DE LA TORTUGA MARGARITA QUE MÁS QUE TORTUGA QUERÍA SER OTRA COSA

Margarita era una tortuga pequeña. En realidad, era la tortuga más pequeña de toda la tienda de animales. Tan pequeña, que cuando Tom la compró para regalársela a los gemelos, tuvo serias dudas de que sobreviviera. Pero después de algunas indecisiones optó por ella porque le dio algo de pena. Casi no se veía dentro de la bolsa de plástico en la que la depositó el vendedor para hacer el viaje desde la tienda a casa.

Cuando la vieron los gemelos, sufrieron una decepción; pero como era mejor una tortuga que nada, se conformaron. Y cada día, antes de irse al colegio, tomaron la rutina de darle de comer comida de tortugas, especial crecimiento, la que le había recomendado a Tom el vendedor.

Margarita estaba como loca de contenta en su nuevo habitáculo: una hermosa pecera azul con piedras amplias para descansar y palmeras. Todo cuanto tenía que hacer era comer, pensar y dormir.

Y pensando, pensando, un día decidió que ella no quería ser tortuga. Ella lo que de verdad quería, era ser otra cosa. Había visto un árbol precioso en la finca de la casa de Tom. Tan alto que parecía llegar al cielo y con una sombra tan alargada que su silueta casi se perdía en el horizonte. Sería hermoso ser algo así.

Así que se puso manos a la obra.

Cada día devoraba la comida con un ansia inusual en las tortugas. Tom se acercó de nuevo a la tienda donde la había adquirido para consultar al vendedor y preguntarle si aquello era normal. El vendedor le dijo que no, que efectivamente, él nunca había tenido una tortuga que comiese tanto.

Margarita empezó a engordar y crecer tanto que ante la mirada atónita de Tom y los gemelos, su caparazón empezó a resquebrajarse. Decidieron entre los tres que habría que buscarle otro lugar para vivir porque ya no cabía en su hermosa pecera azul. En la finca había un lavadero que ya no se usaba y a Tom se le ocurrió que allí podría estar bien. Estaba techado, lo que la abrigaría de la lluvia, del sol y del rocío de las noches. Así que allí la depositaron. Pusieron el tapón al lavadero y lo llenaron con un poco de agua.

Margarita no tardó en acostumbrarse a su nueva vivienda. En realidad, estaba encantada. Por la noche podía mirar la luna y divertirse espantando a los mosquitos que se acercaban a importunarla.

Y seguía y seguía creciendo hasta que el caparazón cedió por completo al empuje de su cuerpo. Y se partió. Margarita quedó libre de ataduras. Se notaba muy rara.

Era la mañana de un sábado cuando Tom salió de casa con los gemelos para darle de comer. Asombrados, descubrieron que el caparazón había desaparecido del cuerpo de Margarita. Estaba hecho añicos en una esquina del lavadero. Y también observaron que del cuerpo de Margarita brotaban unos pequeños rabillos que tenían todo el aspecto de ser raíces de planta. Desconcertados, se la llevaron a la consulta del veterinario más cercano. Su diagnóstico fue claro y contundente: Margarita pronto dejaría de ser una tortuga. En qué se convertiría, nadie lo sabía pero pronto tendría lugar la transformación.

Al cabo de un mes las raíces eran ya tan grandes que Tom decidió sacarla del lavadero y dejarla en el campo. Margarita casi no podía desplazarse por la hierba porque las raíces abultaban ya más que su cuerpo. Ahora, además de la comida de tortugas, comía todo cuanto estaba a su alcance: moscas, escarabajos, orugas… Parecía un saco sin fondo.

Los gemelos estaban pensando en llevársela a un programa que se emitía por la televisión y que iba de mascotas. Los niños acudían con sus mascotas y cada día ganaban un premio los tres niños que llevasen las mascotas más originales. Le contaron la idea a Tom. Y Tom les dijo que no era prudente. Tom sabía, aunque no le dijo nada a los niños, que Margarita era un ejemplar poco común por todo lo que había investigado en Internet. Es más, sospechaba que era un caso único en todo el mundo. No sería buena idea exponerla a los ojos de personas que podrían querer llevársela a un laboratorio para pincharla, medirla y observarla sin dejarla vivir en paz. No; eso no era lo que quería para Margarita.

Mientras unos y otros elucubraban con el futuro de Margarita, ella, seguía erre que erre, en convertir sus deseos más profundos en realidad. Así que una noche cuando ya todos dormían, buscó por el jardín un hueco donde depositar todas sus raíces y elevarse. No fue una tarea difícil. Tom había estado sacando unos bulbos de tulipán para guardarlos en el garaje y que no se pudrieran en la tierra para poder ser plantados al año siguiente. Y Margarita aprovechó esta oportunidad.

Fue introduciendo una a una sus raíces y cuando éstas entraban en contacto con la tierra húmeda por el rocío de la noche, se iban endureciendo al tiempo que su cuerpo se iba convirtiendo en un tronco. Los brazos y las piernas se convirtieron en hermosas ramas y la cabeza formó una copa que miraba a la luna retadora. Lo había conseguido. Atrás quedaban sus días de tortuga pequeña. Por fin era lo que siempre había querido ser: un ciprés. Un ciprés alargado, con una sombra tan alargada que casi se perdía en el horizonte. Ahora, ya era totalmente feliz.

A la mañana siguiente de este suceso, cuando Tom y los gemelos salieron de la casa para buscar a Margarita y darle de comer, descubrieron con estupor que no estaba por ninguna parte. Tom enseguida se dio cuenta de lo que había sucedido porque descubrió el nuevo ciprés en un lugar donde antes sólo había un agujero. Y lo mejor que pudo, explicó a sus hijos que a veces las cosas no son lo que parecen ser.

Los gemelos no estaban convencidos con las explicaciones de Tom. Todavía eran un poco pequeños para entender el alcance de los acontecimientos. Y como era de esperar, protestaron, lloraron y le hicieron prometer a Tom que pondrían un anuncio en el periódico para que si alguien la encontrara se la devolviera. Y Tom, en su interior, se sintió orgulloso de haber sido el vehículo para que Margarita, por fin, se hubiera convertido en lo que de verdad quería ser: un ciprés, un ciprés alto y hermoso.

 

martes, 2 de junio de 2009

Arriba vs Abajo

 

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Cuando llegamos a la cima
siempre pienso en el regreso,

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en el vértigo que se me produce
en la boca del estómago,
conforme vamos descendiendo
por la ladera frondosa.

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Pero después, Congo,
cuando llegamos abajo,

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al río,

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pienso en que todo lo que me sucede:
los nervios, el miedo, el sudor,
el cuerpo tenso, el vértigo,

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han merecido la pena,
porque me siento más llena de vida
que cuando iniciamos el ascenso.

 

Y en la calma

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a tu lado, Congo

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vuelvo a disfrutar del campo,

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del olor de las flores,

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del silencio del valle,

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del líquido elemento,
que nos recuerda de donde venimos.

 

Las fotografías las hice el sábado en Aranga, un municipio de la provincia de La Coruña (Galicia) a donde fuimos a pasar el día. 

El río de las fotos es el Mandeo, que drena los ayuntamientos de Sobrado dos Monxes, Aranga, Curtis, Irixoa, Oza dos Ríos, Cesuras, Coirós, Paderne y Betanzos, a lo largo de sus 56 kilómetros.

Los principales atractivos del municipio de Aranga son los que proporciona su paisaje montañoso surcado por encajonados valles. Los cazadores y pescadores, o simplemente excursionistas aficionados a la marcha por el monte, encuentran aquí un auténtico paraíso. El Mandeo es uno de los pocos ríos de Galicia que todavía mantiene una pequeña población de salmón atlántico además de reo, anguila o trucha.

 

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