viernes, 5 de junio de 2009

Margarita I. (Un cuento en dos partes)

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LA VERDADERA HISTORIA DE LA TORTUGA MARGARITA QUE MÁS QUE TORTUGA QUERÍA SER OTRA COSA

Margarita era una tortuga pequeña. En realidad, era la tortuga más pequeña de toda la tienda de animales. Tan pequeña, que cuando Tom la compró para regalársela a los gemelos, tuvo serias dudas de que sobreviviera. Pero después de algunas indecisiones optó por ella porque le dio algo de pena. Casi no se veía dentro de la bolsa de plástico en la que la depositó el vendedor para hacer el viaje desde la tienda a casa.

Cuando la vieron los gemelos, sufrieron una decepción; pero como era mejor una tortuga que nada, se conformaron. Y cada día, antes de irse al colegio, tomaron la rutina de darle de comer comida de tortugas, especial crecimiento, la que le había recomendado a Tom el vendedor.

Margarita estaba como loca de contenta en su nuevo habitáculo: una hermosa pecera azul con piedras amplias para descansar y palmeras. Todo cuanto tenía que hacer era comer, pensar y dormir.

Y pensando, pensando, un día decidió que ella no quería ser tortuga. Ella lo que de verdad quería, era ser otra cosa. Había visto un árbol precioso en la finca de la casa de Tom. Tan alto que parecía llegar al cielo y con una sombra tan alargada que su silueta casi se perdía en el horizonte. Sería hermoso ser algo así.

Así que se puso manos a la obra.

Cada día devoraba la comida con un ansia inusual en las tortugas. Tom se acercó de nuevo a la tienda donde la había adquirido para consultar al vendedor y preguntarle si aquello era normal. El vendedor le dijo que no, que efectivamente, él nunca había tenido una tortuga que comiese tanto.

Margarita empezó a engordar y crecer tanto que ante la mirada atónita de Tom y los gemelos, su caparazón empezó a resquebrajarse. Decidieron entre los tres que habría que buscarle otro lugar para vivir porque ya no cabía en su hermosa pecera azul. En la finca había un lavadero que ya no se usaba y a Tom se le ocurrió que allí podría estar bien. Estaba techado, lo que la abrigaría de la lluvia, del sol y del rocío de las noches. Así que allí la depositaron. Pusieron el tapón al lavadero y lo llenaron con un poco de agua.

Margarita no tardó en acostumbrarse a su nueva vivienda. En realidad, estaba encantada. Por la noche podía mirar la luna y divertirse espantando a los mosquitos que se acercaban a importunarla.

Y seguía y seguía creciendo hasta que el caparazón cedió por completo al empuje de su cuerpo. Y se partió. Margarita quedó libre de ataduras. Se notaba muy rara.

Era la mañana de un sábado cuando Tom salió de casa con los gemelos para darle de comer. Asombrados, descubrieron que el caparazón había desaparecido del cuerpo de Margarita. Estaba hecho añicos en una esquina del lavadero. Y también observaron que del cuerpo de Margarita brotaban unos pequeños rabillos que tenían todo el aspecto de ser raíces de planta. Desconcertados, se la llevaron a la consulta del veterinario más cercano. Su diagnóstico fue claro y contundente: Margarita pronto dejaría de ser una tortuga. En qué se convertiría, nadie lo sabía pero pronto tendría lugar la transformación.

Al cabo de un mes las raíces eran ya tan grandes que Tom decidió sacarla del lavadero y dejarla en el campo. Margarita casi no podía desplazarse por la hierba porque las raíces abultaban ya más que su cuerpo. Ahora, además de la comida de tortugas, comía todo cuanto estaba a su alcance: moscas, escarabajos, orugas… Parecía un saco sin fondo.

Los gemelos estaban pensando en llevársela a un programa que se emitía por la televisión y que iba de mascotas. Los niños acudían con sus mascotas y cada día ganaban un premio los tres niños que llevasen las mascotas más originales. Le contaron la idea a Tom. Y Tom les dijo que no era prudente. Tom sabía, aunque no le dijo nada a los niños, que Margarita era un ejemplar poco común por todo lo que había investigado en Internet. Es más, sospechaba que era un caso único en todo el mundo. No sería buena idea exponerla a los ojos de personas que podrían querer llevársela a un laboratorio para pincharla, medirla y observarla sin dejarla vivir en paz. No; eso no era lo que quería para Margarita.

Mientras unos y otros elucubraban con el futuro de Margarita, ella, seguía erre que erre, en convertir sus deseos más profundos en realidad. Así que una noche cuando ya todos dormían, buscó por el jardín un hueco donde depositar todas sus raíces y elevarse. No fue una tarea difícil. Tom había estado sacando unos bulbos de tulipán para guardarlos en el garaje y que no se pudrieran en la tierra para poder ser plantados al año siguiente. Y Margarita aprovechó esta oportunidad.

Fue introduciendo una a una sus raíces y cuando éstas entraban en contacto con la tierra húmeda por el rocío de la noche, se iban endureciendo al tiempo que su cuerpo se iba convirtiendo en un tronco. Los brazos y las piernas se convirtieron en hermosas ramas y la cabeza formó una copa que miraba a la luna retadora. Lo había conseguido. Atrás quedaban sus días de tortuga pequeña. Por fin era lo que siempre había querido ser: un ciprés. Un ciprés alargado, con una sombra tan alargada que casi se perdía en el horizonte. Ahora, ya era totalmente feliz.

A la mañana siguiente de este suceso, cuando Tom y los gemelos salieron de la casa para buscar a Margarita y darle de comer, descubrieron con estupor que no estaba por ninguna parte. Tom enseguida se dio cuenta de lo que había sucedido porque descubrió el nuevo ciprés en un lugar donde antes sólo había un agujero. Y lo mejor que pudo, explicó a sus hijos que a veces las cosas no son lo que parecen ser.

Los gemelos no estaban convencidos con las explicaciones de Tom. Todavía eran un poco pequeños para entender el alcance de los acontecimientos. Y como era de esperar, protestaron, lloraron y le hicieron prometer a Tom que pondrían un anuncio en el periódico para que si alguien la encontrara se la devolviera. Y Tom, en su interior, se sintió orgulloso de haber sido el vehículo para que Margarita, por fin, se hubiera convertido en lo que de verdad quería ser: un ciprés, un ciprés alto y hermoso.

 

12 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Un ciprés.
Que lista Margarita.
Igual me lo pienso.

A ver que vendrá.

Besos.

Belén dijo...

Me gusta

Me gusta porque lo ha conseguido...

Besicos

Titajú dijo...

Buena elección. Los cipreses son los árboles más bonitos que hay (según mi humilde opinión).

Juanjo Montoliu dijo...

¿Será feliz Margarita una vez conseguido su deseo? Interesante cuento. Espero la continuación.

Besos.

fonsilleda dijo...

Sinceramente lo has conseguido. Hacer un cuento para niños me parece difícil. Mucho. Otra cosa serían los de adultos. Pero los niños son muy perspicaces, listos y exigentes.
Los de los niños sirven para ellos y para adultos. ¡Casi nada!.
Bicos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

De tortuga a ciprés... no sé, no sé. Espero continuación para opinar.

Carlos dijo...

El mundo es de aquellos que perseveran; muchas veces el tesón y la fuerza de voluntad nos convierten en aquello que queremos ser.

(mi hiciste acordar de otro pequeño cuentito: una tortuguita, una y otra vez se trepa a lo más alto de un ciprés para luego arrojarse al vacío; a la cuarta vez, el señor palomo, preocupado por la cantidad de moretones que venía coleccionando la tortuguita le dice a su mujer paloma: "creo que ya va siendo hora que le digamos que es adoptada) :) :)

Beso desde la rama más alta.

Mariona dijo...

yo de pequeña tenía una tortuga que se llamaba anastasia..y había un cuento sobre una tortuga que se llamaba así y que tenía un "tortugo" que se llamaba fermín que le hacía muchos regalos y se los ponía encima del caparazón,y claro,a anastasia al principio le gustaban,pero luego el caparazón empezó a pesarle tanto que cogió su caparazón,dejó las joyas y se largó! hahahahah (bueno,es mucho mas largo,pero me ha hecho gracia recordarlo)

ah,y mi anastasia se largó también,no veas lo que lloré..

Froiliuba dijo...

Qué belleza de cuento con mensaje, el afan de superación, la tenacidad , es basico en todo y en todos, Margarita lo consiguió.

A la espera quedo de ver que hace ese enorme cipres

bicos

matrioska_verde dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios, especialmente porque el género infantil no es un género que muchos tengan en cuenta. Siempre nos creemos que los cuentos son para los niños pero creo (humildemente) que es un error. Raro es el cuento que no lleva una intencionalidad y ésta siempre viene bien recordarla, seamos niños, adolescentes o adultos.

Sólo esperar que la historia completa de Margarita no os decepcione.

Biquiños,

Teresa dijo...

a mí me ha recordado "La metamorfosis". Esperaremos a la segunda parte.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

desde luego..me llegaste a agobiar...esperola segunda parte...lo mismo nos sorprendes seguro...besos