viernes, 3 de julio de 2009

Un campo de amapolas

"Alguna vez te has parado a pensar que el hombre tenía alma, que no son sólo habladurías, sino que ¡era una verdad conocida y que en la práctica seguían! En verdad, era otro mundo.. pero aún así, es una pena que hayamos perdido la capacidad de oír a nuestra alma... en realidad, deberíamos ir de nuevo en su búsqueda, o peores cosas nos ocurrirán".

Quiero que este pequeño fragmento de Thomas Carlyle, de su libro "Pasado y Presente", sirva hoy de introducción a este texto que escribí hace bastantes años. Lo leí esta tarde en la playa (también a modo de cita), en el libro que tengo ahora entre manos: "La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey", de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows, un libro que me tiene enganchada por la sencillez y la ternura con que está escrito.

Su autora Mary Ann Shaffer, amante de la literatura, trabajó en librerías, como bibliotecaria y editora, aunque su sueño de toda la vida fue "escribir un libro que le gustara tanto a alguien como para publicarlo". Y lo escribió con la ayuda de su sobrina Annie Barrows (autora de obras infantiles) porque en los últimos tiempos su salud hizo que necesitara ayuda.

Mary no pudo ver cumplido su sueño, pues su novela fue finalmente completada y publicada después de su muerte, ocurrida en 2008. Triste final para un libro hermoso.

(Si os gustó "84, Charing Cross Road" de Helene Hanff, éste también os gustará) 

amapola

La fotografía está sacada de aquí.

Te vi entre tanta gente. Hablabas, reías, fumabas, bebías... como cualquier otro hombre. Y como un descubrimiento, como esa piedra de la playa que en medio de todas las demás nos llama la atención, y nos agachamos para recogerla y la llevamos a casa para guardarla en cualquier cajón, así fue como yo también encontré tu alma.

Tuve que abrir muchas puertas y ventanas. Había muchos caminos trazados, a derecha, a izquierda, sin orden ni concierto pero el corazón me guiaba. Aunque fuese con los ojos cerrados podría seguir ese camino, respirando fuerte, presintiendo, obedeciendo los latidos de la sangre, corriendo para llegar antes de que se escapara, llamándola por su nombre.

El final del trayecto fue sereno, como un túnel de paz. Iba dando saltos suspendida en el aire. No hacía ni frío ni calor. Era como un no sentir nada.

Cuando al fin pude verla no tuve miedo. Me agaché para recogerla y ponerla sobre la palma de mi mano. Latía muy agitada. Empecé a acariciarla y a susurrarle: “Shhhhhh, Shhhhhh”. Una luz blanca me cegó. Tuve que cerrar los ojos y perdí el equilibrio. Cuando me repuse del susto apareció ante mi un niño pequeño, moreno y menudo. Estaba sentado encogido en aquel rincón de penumbra. Todavía en el suelo, me acerqué a él andando de rodillas. Hizo ademán de echarse para atrás. Le hablé despacio y con ternura: “No voy a hacerte daño. Deja que te acaricie. Ven”. Empezó a levantar la cabeza que todavía seguía agazapada entre sus hombros y me miró. Cuando vi sus ojos asustados cerca de los míos abrí los brazos y sentí como si todo el peso de la eternidad me cayese encima. Volví a hablarle y le acaricié el pelo. “Dime que te pasa. ¿Por qué tienes miedo? ¿Por qué estás tan asustado?”. Con la voz entrecortada, dando hipos como los niños pequeños y temblando como lo hacen las hierbas de la playa cuando las acaricia la brisa del mar, me respondió: “No puedo llorar, no puedo llorar por mí”. Acariciándole una y otra vez, volví a susurrarle: “Shhhhhh, Shhhhhh...”. Su cuerpo fue abandonándose poco a poco al calor de mi cuerpo de madre. Ya no pesaba como antes. Se iba volviendo ligero, leve. Y su corazón empezó a latir con ritmo acompasado. Al cabo de unos breves instantes de tiempo abandonó mi abrazo, se levantó y se volvió de espaldas a mí mientras empezaba a caminar muy despacio. Había una última puerta. No me había fijado antes en ella. Agarró la manilla y volvió la vista atrás. Unas lágrimas lentas, dulces, desprovistas ya de dolor, empezaron a brotar de sus ojos negros. Yo también empecé a llorar. No sabía que hacer. De algún sitio de mi cuerpo brotó una palabra: “Gracias”. Abrió del todo la puerta y entró en un espacio brillante y luminoso y se fundió con la misma luz cegadora que lo trajo a mí. Yo también empecé a desandar el camino.

 

Y mientras me despedía de tu alma 
en mi corazón creció un campo de amapolas.

Y volví. Volví al medio de tanta gente.

 

 

Este texto de hoy quiero dedicárselo al autor de La tierra de Genji, un blog que leo desde hace algún tiempo y al que tengo cariño, por lo que siente, como lo siente y como nos lo cuenta y porque estoy segura que, como yo, cree en la magia de las amapolas y en que el alma existe. Su último post "Campos de amapolas" hizo que recordase este texto y que me decidiera por fin a publicarlo. Genji, espero que te guste la canción que he escogido para ponerle música a las palabras.

20 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

El texto es bellísimo.
Parece que hayas conocido la eternidad.

Maravilloso.

Besos.

iliamehoy dijo...

Ternura en cada palabra, en cada gesto...un recorrido intenso por las paredes pintadas de oscuro que encierran el alma. Qué suerte poder encontrarla!!!!
Una sonrisa iluminada

aapayés dijo...

Que belleza de texto.. lleno de ternura eterna...

Excelente

Saludos fraternos
Un abrazo

Que tengas un buen fin de semana

Mariona dijo...

amo esa canción......



:)

galmar dijo...

qué bonito... pero tan triste, aunque también se respira aceptación al final, y una sonrisa :) pero tan triste también. La canción de Amaral está perfecta con el texto.
feliz fin de semana :)

irene dijo...

Sencillez y ternura, dos valiosos ingrediente que bien manejados, seguro pueden dar un buen libro.
Yo quisiera que todos tuviéramos eso que yo entiendo por alma, merecería todavía más la pena vivir en este mundo.
Un beso.

Belén dijo...

Mi aroma es de amapolas :)

Así que imagina lo que me ha gustado el texto

Besicos

fonsilleda dijo...

Precioso texto. Dulce tierno, de total entrega.
Bicos.

Teresa dijo...

Es curioso, a veces una piedra que a los demás parece insulsa y anodina, para nosotros es un tesoro que guardamos rápidamente en el bolsillo.

Creo que todo tiene alma, hasta las piedras.

Rosa Fdez. Salanova dijo...

Un texto muy bonito y reflexivo,tiene ternura y sensibilidad.Enhorabuena.
"El Alma habita
en el Universo entero"

La foto de la amapola,preciosa.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Lindo texto, linda música, lindas letras, lindo tú...

Esta canción me hace tilín tilín tilín, muy especial y acorde con el texto.

Gracias por enriquecerme con tus párrafos, resulta una delicia el leerlos y releerlos. Merecen la pena con creces.

Besos florales con olores a vainilla y chocolate.

Buen finde! Múa mua muá

Anónimo dijo...

La fotografía emana delicadeza, sensualidad, ternura... Preciosa resulta mirarla.
Ojalá, ojalá nunca cambies esa forma que tienes de estar en el mundo, ojalaaá que el tiempo no te cambie, te daré mi corazón, te daré mi vidaaaa, la lala la lalaaa ufff! me emociona muchooo.
La sentí, la siento mía y tuya como tantas otras, pero concretamente esta es super especial.
Gracias, todo un acierto el ponerla.

EL SUEÑO DE GENJI dijo...

Aldabra,

Muchas gracias por la dedicación, me siento halagado hasta un extremo tal que ahora mismo mi corazón es el de ese niño que salvaje corría entre hortos y prados, libre y sin preocupaciones, revoltoso pícaro cargado de sueños e ilusiones.

También me siento feliz de que por mi post te hayas por fin lanzado a publicar esta historia tan bella y tan conmovedora. Y claro que tenemos alma, aunque esta esté tan escondida como para que alguna gente ni crea en ella ni la sienta, pero sigue estando. De lo contrario no podría existir el amor, ni el llanto,ni el suspiro ni la felicidad ni el desespero. Ni tan siquiera el odio.

Gracias de nuevo, te lo agradezco no sabes cuanto. Un bico e unha aperta. Desde este calor bochornoso de Barcelona.

Chousa da Alcandra dijo...

Ama-polas. En galego esto podería ter algunhas interpretacións diferentes; pero eu voume quedar coa vexetal...
Non sei se é viable ou incluso correcto amar ás flores; pero dende logo sí que é lícitio disfrutar ese agasallo da natureza!. Como non podía ser doutro xeito, pensado dende unha Chousa!

Bicos!

Carlos dijo...

No hay nada como el llanto que brota desde lo más profundo del alma, para resquebrajar la coraza del miedo. El ejercicio de la lágrima es sanador.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gusta el texto, como me gusta un campo explotando de color amapola: es mi flor favorita. Desde siempre.

Suso Lista dijo...

Un bico grande desde donde non hai papoulas.

Francisco Méndez S. dijo...

bello texto, bella imagen de un campo de amapolas

Saludos

Silvia dijo...

Tierno y bello. Me encantan las amapolas. Un abrazo

matrioska_verde dijo...

Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios y me alegra que hayáis disfrutado con la canción (los que lo habéis hecho). La verdad es que a veces paso un montón de tiempo buscando la canción que compagine con las palabras (a mi modo de ver) y no es tarea facil. A veces acierto, otras no, pero siempre intento que sea la suma perfecta.

Esta canción no la conocía y ha sido todo un placer descubrirla.

Y respecto al texto... fue muy curiosa la forma en que surgió. Era sábado por la mañana y acababa de despertarme cuando tuve que levantarme deprisa y ponerme a escribir porque había visto el texto en mi cabeza: las imágenes, el niño pequeño, la luz... todo.

Y os juro que no estaba alucinando y tampoco había bebido la noche anterior. Y menos hablar de drogras... je je je.

No sé, supongo que a alguno de vosotros os habrá pasado algo parecido, digo yo.

Biquiños y buenas noches.