De vuelta en casa

CAPÍTULO 1
No hay viaje sin olvidos.

Congo:   ¿Llevas todo, cariño?
Aldabra: Creo que sí pero voy a repasar mentalmente... ¿Metiste la cámara en las bolsas?
Congo:   Si te digo la verdad, no hago idea ni de verla. ¿Tú no la has guardado?
Aldabra: No... Pues se nos ha quedado. ¡Mierda! Eso sí, recuerdo haber metido el cargador de las baterías, el cable de descarga, el pen drive. Menos la cámara creo que lo llevamos todo.
Congo:   Sí, todas esas cosas las recuerdo.
Aldabra: Bueno, pues no nos quedará otra que descargar las fotos que haga P.P. ¡Que rabia! Con la ilusión que me hacía hacer fotos de este viaje porque no haré otro igual en mucho tiempo, seguro. Y eso en caso de que vuelva a repetir un viaje como éste.
Congo:   Cosas que pasan, cariño. No te preocupes.

Y por el camino vimos las primeras amapolas
al borde de los caminos y en los campos,
los cerezos cargados de frutos,
las cigüeñas en sus nidos y volando libres,
como Congo y yo.  

CAPÍTULO 2
No hay viaje sin tropiezos. O tropezones.

Y si empezamos el viaje con un tropiezo: el olvido de la cámara (olvido insignificante, dicho sea de paso, habida cuenta de los acontecimientos posteriores), lo continuamos o casi terminamos, con un buen tropezón, o mejor dicho, una buena metedura de pata. En términos médicos: Fractura de tercio distal de peroné no desplazada y fractura distal de tibia, ambas a  la altura del tobillo derecho, con politraumatismos de tejidos blandos a nivel de rodilla derecha y dolor en la cadera sin fractura.

Yo, tan glamurosa , tan presumida y tan original (ya me conocéis), voy y tengo que hacerme la primera fractura de mi cuerpo serrano, en Pamplona, en una calle de la que no recuerdo el nombre, cayendo por unas escalerillas de ná, justo después de haber recorrido unos mil doscientos kilómetros desde Narón a Rosas y después de atravesar los Pirineos por unas carreteras terribles de puertos de montaña (ya os iré contando cuando disponga de fotos). Así, de una forma vulgar y corriente.

Imperdonable, ¿no os parece?

En principio todo parecía indicar que se trataría de un simple esguince sin importancia porque no tenía excesivo dolor pero las radiografías confirmaron lo irremediable. Apresuradamente tuve que sacarme, allí mismo en el hospital, el carné de primera en Conducción de muletas para moverme de la mejor manera posible, aunque no tan rápidamente como en nuestro caballo plateado (BMW).

CAPÍTULO 3
No hay mal que por bien no venga.

A medida que vayan pasando los días espero que el dolor de mi cadera vaya disminuyendo y que pueda pasar a visitaros en vuestros blogs. Dada mi situación creo que voy a tener muuuuuuuuuuuucho tiempo por delante para leeros y releeros, para ponerme al día en las lecturas pendientes, hacer punto de cruz, crucigramas, autodefinidos... Y escribir, por supuesto. De todos modos, en fin... que se admiten sugerencias para mis largas vacaciones veraniegas en casa. Aunque como soy positiva, a pesar de las circunstancias, estoy muy contenta por todo lo que hemos vivido estos días Congo y yo, que para mí, seguirán siendo únicos e irrepetibles. 

 

Os quiero.
Biquiños.

Quiero una motocicleta que me sirva pa correr
y quiero una camiseta que tenga el número 100.
Y hacer uh uh
poder llegar a cualquier lugar,
llegar, mirar y regresar.