miércoles, 12 de noviembre de 2008

O Mal das Mareas





"Oleaje" - Pepe Colsa (Flickr)




- ¿Me quieres?, te pregunté mientras recogía las ollas y los platos de juguete para unha bolsa azul.

Y tú tiraste la peonza con fuerza, al suelo y me dijiste:

- Mira, esta vez si que va durar.

Me quedé mirando unos minutos como daba vueltas y después, impulsada como un resorte, escapé corriendo hacia ningún lugar.

Congo sempre me doeu, desde pequenos.

En la aldea había un perro que se llamaba así: Congo, Congo el negro añadían algunos vecinos por si quedaba alguna duda.

Congo era fiero de más para una aldea tan pequeña pero a pesar de eso nos llevábamos bien. A veces compartíamos con él la merienda: pan con mantequilla.

Y una amistad cómplice nació entre nosotros.

Congo, meu neno, meu amor.

Empecé a llamarle así un verano. Las tardes de playa le tostaran tanto la piel que a mi me recordaba a Congo el perro, el perro fiero, Congo El negro.

A veces reñíamos, nos tirábamos del pelo, nos hacíamos bromas por cualquier cosa... y también nos dimos alguna que otra bofetada.

Congo también era fiero como el perro.

Y fue así, a poquitos como Congo se metió bajo mi piel, hasta la médula.

No sé cuando supe que no podría olvidarlo jamás. Tal vez fue aquella tarde que fuimos a coger moras.

La espina de una rama se me clavó en un dedo. Un reguero de sangre me manchó la
ropa. Y el orgullo.

Congo me agarró la mano con fuerza y llevó mi dedo a su boca. Lo chupó hasta que dejó de salir una la última gota de sangre, de mi sangre de niña.

Congo, mouro, fero, neno.

Olía bien, a jabón La Toja, igual de negro que él. Olisqueaba su pelo en el patio del recreo, sin que se diera cuenta.

Ahora Congo huele a viajes cubiertos de óxido, a naranjas, a lejos. Y cuando me rodea con sus brazos siempre pienso en mi muerte. No sé porqué.

Congo el perro, el perro negro, el perro fiero, murió de viejo. Dicen que le llegó la hora que nos va llegar a todos. Un día cualquiera.

Ahora, Congo, el único, llena vacíos, revolviendo por los muebles de nuestras casa. Abre cajones, cierra puertas y me trae las cosas que encuentra como si fuesen tesoros. Cromos, revistas, fotos, las notas del colegio. Piedras, cuadros... Y me dice:

- ¿Te acuerdas de aquel día?

El tiempo no perdona. Un día me dí cuenta de que ya no éramos jóvenes.

Estábamos en la cama, acostados, cuando vi en el espejo del armario a un hombre y una mujer, desnudos, extraños. Ya no parecíamos nosotros, los de siempre.

Me ehcé a llorar llena de tristeza. Entonces Congo me dijo las palabras mágicas de siempre y aquellos desconocidos se fueron de allí.

Fue a partir de entonces cuando empecé a sufrir el Mal das Mareas. Un mal poco estudiado por los doctores.

Unas olas tras otras, sin parar, altas como faros, vivas, me asolaban el cuerpo entero. Me ahogaban. Sentía que moría en cada embestida.

Despúes de estar a punto de dejar este mundo –el mal parece que no íba a dejar de atacarme hasta que acabara conmigo- Congo se percató de una cosa: Cuando me íba a llegar la marea, los ojos se me volvían azules. Puede que parezca raro pero así era como sucedía y no le encontrábamos ninguna explicación.

Así que Congo se puso a pensar hasta encontrar el modo de espantar a las olas asesinas.

Congo, fiero, me acogía en sus brazos y me apretaba con mucha fuerza. Así esperábamos la llegada de las olas, unidos, como un sólo cuerpo.

Y fue así, a poquitos, como las mareas desaparecieron, huyeron. Pero Congo no había tenido en cuenta que el daño ya estaba hecho. Tanta falta de oxígeno en el cerebro me había provocado un daño irreparable.

Congo, meu neno, meu amor.

Se convirtió en todos los hombres de mi vida. A veces era Él. A veces era los otros.

Doíame Congo, sempre me doeu desde pequenos.

Congo.

- ¡Que tonto eres!, le decía.

Y él siempre se echaba a reir.

Empecé a cantarle canciones infantiles: “Tengo una muñeca vestida de azul…”

Y Congo el único, los otros, sacaba las ollas, los platos y su peonza de la bolsa azul. Y jugábamos, como cuando éramos niños.

Hasta que un día llegó la nieba grís, pegajosa.

- Congo, ¿donde estás, meu amor?¿Por qué no vamos al colegio?

- Congo, hoy me dijo una niña que ya no te gustaba, ¿es verdad Congo? Dime que no es cierto.

- Congo, no me dejes sola con este hombre. No lo conozco. Me da miedo. No me gusta.

- Congo ven a buscarme.

- Vuelve a por mí y llévame, Congo

- Llévame lejos de aqui.

Y Congo, comenzó a llevarla hasta el principio, hasta el mismo instante en el que se habían conocido, cuando pequeños.

Los días de semana iban al colegio. Y los sábados y domingos salían a coger mariposas y amapolas (a ella le gustaban).

Algunas veces ella despertaba en el medio de la noche y se enroscaba sentada en la cama, hecha un ovillo. Lloraba. Lloraba como si de sus ojos vertiesen todos los ríos de la tierra.

Congo, a su lado, esperaba a que la tormenta pasase, con el corazón en un puño, callado, arrugado por no poder compartir su dolor, su extravío.

Así hasta que el camino se hizo estrecho, tan estrecho que en él sólo cogía uno de los dos.


...ooo000ooo... ...ooo000ooo...



Ahora, los días que vuelve el viento a golpear en los cristales es cuando Congo la echa más de menos.

Se fue para siempre.

Ya no se escuharán más sus pasos de tacón alto por las baldosas del suelo.
Ya no se escuchará más su letanía.

Congo, meu neno, meu amor.
Volta, volta por mín.


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14 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Me ha gustado mucho Conguita, es precioso y triste también.

Lo he leído en castellano.

Besos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Aun estoy sobrecogido por la belleza de este texo.

Anónimo dijo...

Me ha encantado. Un texto fantástico, pero el final me ha dejado el corazón en un puño y un nudo en la garganta no me dejaba respirar bien.

Esta noche seguro que sueño con el que sin duda sería un digno rival para mí, Congo el fiero, y con el triste destino de su amiga, de su amor, y no sé por qué, presiento que ese sueño me va a despertar en medio de la madrugada envuelto en un sudor frío.
Cuídate mucho.

Belén dijo...

Jodo...

Sin palabras me he quedado, y eso que bailo con ellas, pero me he quedado...

Besicos

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

es muy bonita tu composición... el tiempo como vuela...pero como me dijeron...que nos quiten lo bailao...saludos

guillermo elt dijo...

Nostálgico y tranquilo, Blanco y gris. Infantil y maduro.
Es, como que te hundes pero estás tranquilo porque sabes que en el último momento una mano te salva.

Bonito, niña.

Besicos.

entrenomadas dijo...

Me lo he leído en los dos idiomas.
Toma ya!!!

Precioso, me ha dejado algo "tocada", pero es precioso.


Un beso,

M


PD: Ando de viaje, pero cuando paro os voy leyendo.

Teresa dijo...

Sueños infantiles
Fracasos de edad madura
Nostalgia del amor imaginado
No mires atrás por si no regresas

Paco dijo...

huy, me has dejado roto...

saludos

matrioska_verde dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. Decidí dejar este texto en castellano y gallego porque originalmente lo escribí en gallego y es, por supuesto, el idioma en el que guarda el ritmo y la musicalidad. Aunque lo que quiero expresar y hacer sentir llega igual en castellano o en cualquier otro idioma que se escribiera.

Toro: Me ha gustado mucho que me llames Conguita, con cariño y con cercanía... me ha alegrado, de verdad.

Pedro: Espero que se haya pasado el sobrecogimiento.

GoYo: Mi querido "Dragón"... ¡que afortunada soy teniendo un dragón para mi sola!... También espero que se te hayan pasado esos síntomas tan oscuros.

Belén: Ya sé que te han vuelto las palabras, menos mal porque me habías asustado.

Manuel: El tiempo puede ser nuestro aliado o nuestro mayor enemigo.

Guiller: Al final nadie nos salva, no estoy de acuerdo contigo. La diferencia es que si tenemos una mano no terminamos solos.

Entrenómadas: Gracias dobles por las dos lecturas y disfruta de tu viaje.

Bipolar: Toda una vida ¿verdad?

Paco: ¿TE has recompuesto ya? Seguro que sí.

Deciros a todos que este texto surgió de un par de imágenes (puedo recordar los momentos precisos) nada más y el resto vino a mí sin querer. Mientras lo escribí y todas las veces que lo leí sufrí mucho. Porque al hacerlo estaba viviéndolo, no sé por qué, no sabría explicároslo.

Biquiños a todos y que tengáis una buena tarde de sábado.

Anónimo dijo...

El paso por la vida...

Besos.

matrioska_verde dijo...

Kapi: a cada uno le toca un sendero
bicos,

jg riobò dijo...

Estupendo texto, de lo mejor.

fonsilleda dijo...

Lo he leído en galego, claro, pero me es más cómodo comentarte en castelán.
Me ha gustado mucho en serio. Lo he leído con el corazón un poco encogido porque presentía que algo no iba bien.
Consigues mantener la atención pegada a las palabras y además el relato tiene un poco, si quieres de surrealismo "que le sienta estupendamente" para que el suspense siga ahí.
Me ha encantado y creo que podrías hacer algo con él (en el idioma que prefieras, aunque yo me quedaría con el gallego) y me refiero a enviarlo a algún concurso o algo así.
Y ahora ¿por qué me has pedido esta opinión?. Siempre me resulta difícil valorar el trabajo de los demás, aunque en este caso, no ha resultado nada, nada difícil.

En su momento yo escribí algo muy lejano pero provocado por, quizá, los mismos sentimientos. ES una pequeña historia a la que le tengo un cariño especial.
Bicos.

P.D. Por si lo deseas mi correo es fonsilleda@hotmail.com