sábado, 5 de diciembre de 2009

Mambrino

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El día en que nació Mambrino, que evidentemente no sabía que ese iba a ser su nombre, su madre se puso muy contenta porque quería tener un elefantito bebé más que nada en el mundo. El sexo no le importaba, la verdad, pero que fuera un elefante macho era una suerte ya que el jefe de manada estaba algo mayor y ¡quien sabe!.

Así que Marisma, que era el nombre de la madre de Mambrino y Morisco, que era el nombre del padre, celebraron una fiesta grandiosa. Tan grandiosa que se escuchaba el jolgorio por toda la sabana.

A la semana siguiente de la fiesta tuvo lugar la elección del nombre del elefante, siempre se hacía así, era una tradición. Todos los elefantes de la manada se reunían y empezaban a decir nombres. Aquellos que eran los más aclamados se sometían a consenso para que fueran votados. Sólo había una condición, el nombre de los elefantes machos debía empezar por la misma letra que el nombre del padre y el nombre de los elefantes hembras debía empezar por la misma letra que el nombre de la madre. Pero en este caso no había ninguna diferencia porque los nombres de los padres de Mambrino empezaban por la letra M.

- Memelo, gritó uno elefanta y todos la abuchearon.

- Venga, di otro nombre ¡Qué ridículo! ¡Memelo!

Estaban así pasándoselo pipa porque siempre se reían mucho en la ceremonia de elección del nombre porque decían muchos disparates, cuando a Marisma se le vino a la cabeza el nombre de Mambrino.

- Mambrino ¿qué os parece chicos?, dijo Marisma. A mí me encanta. Creo que ese nombre le queda bien a mi pequeño.

Y a todos los elefantes parece que les gustaba el nombre, excepto a Jalisco, que siempre llevaba la contraria a todo el mundo pero no importaba porque siempre se respetaba la mayoría.

- Suena bien, dijo uno.

- Tiene música, dijo otro.

- Anda, Morisco, tu hijo tendrá un nombre más bonito que el tuyo, dijo otro.

Y el nombre de Mambrino fue sometido a votación popular y fue votado por todos, excepto por Jalisco, como era de esperar.

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Mambrino fue creciendo y creciendo sin parar y sin dejar de hacer travesuras por todas partes. Marisma y Morisco le reprendían constantemente y Mambrino una y otra vez prometía:

- A partir de ahora prometo portarme bien, de verdad papá, decía Mambrino empleando para ello su tono más convincente.

Pero nada, no había manera de que cambiara. Sus travesuras no paraban y se iban haciendo cada vez de mayor envergadura. Sus padres se apesadumbraban continuamente porque sabían que algún día esas travesuras les iban a dar un disgusto y todos iban a sufrir mucho.

Y así fue como sucedió.

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Un día Mambrino se alejó tanto de los suyos que se desorientó, nunca había llegado solo hasta tan lejos. Y así fue como se vio en el medio y medio de un poblado de humanos, que por cierto, estaban bastante asustados porque las proporciones de Mambrino ya casi eran como las de un elefante adulto.

Lo rodearon y se quedaron mirándolo fijamente como si fuese un animal en el foso de un circo. Mambrino, como es de suponer, estaba también muerto de miedo, porque si bien su volumen era grande todavía era un “elefantito” como bien decía su madre. Hasta que alguien del grupo habló:

- Dejádmelo a mí que sé como tratarlo, dijo un hombre muy, muy, muy, muy viejo.

Se podría afirmar, sin lugar a dudas, que era el más viejo de todos los allí reunidos. Si Mambrino conociera las pasas diría “este hombre está más arrugado que una pasa”, pero no las conocía y por tanto sólo pensó que era el más viejo de todos los allí reunidos.

- ¿Qué vas a hacer con él, Aiku?, dijo una mujer joven.

- Venga, hombre, dejémosle ir, es muy pequeño, dijo otra mujer.

- Este elefante es especial, lo presiento, dijo Aiku. Soy el hechicero de esta tribu y los hechiceros detectamos ese tipo de cosas como bien sabéis.

- Pues yo lo veo como todos, dijo otro de aquellos hombres.

- Callaos y por favor retiraos a vuestras cabañas y dejadme solo con él, dijo de nuevo Aiku.

Todo el mundo regresó sin protestar a sus quehaceres porque los hechiceros siempre eran muy respetados en las tribus de la sabana y se quedaron solos Mambrino y Aiku, mirándose frente a frente. Cuanto más miraba Aiku a Mambrino, más pequeño se volvía éste último. Esa era la magia de Aiku, que siempre ponía en práctica en cuanto encontraba ocasión. Podía reducir al tamaño que deseara toda cosa, persona o animal que se le metiera entre ceja y ceja.

Y así fue como Mambrino quedó reducido a un adorno de elefante. Eso sí, un adorno fantástico. Mirabas a aquel elefantito a los ojos y era como si quisiera hablarte.

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Y eso mismo fue lo que sintió Manuel cuando llegó al poblado a visitar a Aiku. Siempre que pasaba por esa zona de la sabana se acercaba para echarse con él unas parrafadas porque eran grandes amigos desde hace un montón de años.

Manuel era un cazador de leones malos. Sólo mataba a aquellos que entraban en los sembrados a destrozar las cosechas por las noches, o a los que entraban a los poblados y amedrentaban, e incluso mataban a veces indiscriminadamente. Por eso era un hombre muy querido por todos en la sabana africana. Aiku le quería como si de un hijo se tratase y eso que era raro que se conmoviera el duro e imperturbable corazón del viejo Aiku, por eso no pudo negarle a Manuel el elefante cuando éste se lo pidió.

- Tengo que decirte, Manuel, que siento mucha pena por desprenderme de este elefante al que tanto aprecio tengo pero sé que tú le darás también el valor que se merece. Este elefante te traerá suerte, créeme. Lleva consigo toda la magia y la fuerza de un elefante de verdad. No lo olvides.

- Gracias, Aiku, de verdad que eres un amigo. Si supiera cuanto lo apreciabas no te lo habría pedido.

- No importa, Manuel. Eres un digno merecedor de él. Si de verdad no lo apreciara no sería un buen regalo. Lo que tiene mérito es precisamente eso, desprendernos de aquellas cosas que son importantes.

- ¡Que sabio eres, Aiku! No sabes cuanto te agradezco este gesto

- Anda, déjate de tonterías que me vas a hacer llorar, dijo Aiku sonriéndose y contagiando a Manuel su risa.

- Bueno, Aiku, he de irme ya. Todavía tengo un largo camino por delante. Dame un abrazo, amigo.

Y se abrazaron como lo que de verdad eran, unos buenos amigos, o como un hijo abraza a un padre, o como si fueran hermanos de sangre. Y se dijeron:

- Hasta pronto, Aiku

- Hasta pronto, Manuel. Cuídate mucho.

Y así fue como Manuel encontró a aquel elefante diminuto, su amuleto de la suerte.

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Desde el primer momento, Mambrino, que se seguía llamando así aunque Manuel no conociera su nombre ni le llamase por ninguno, pasó a vivir en una maleta de cuero trasteada por el tiempo, que Manuel siempre llevaba con él a todos los lugares a los que viajaba.

Poco a poco Mambrino empezó a familiarizarse con sus nuevos vecinos: varios lotes de libros, un frasco de colonia, ropa limpia, ropa sucia, zapatos, un cinturón de piel de serpiente y varios cachivaches muy raros que Mambrino desconocía y que ni siquiera Manuel sabía muy bien para que servían, simplemente los guardaba porque se los habían regalado o porque le gustaban sin más.

Una noche Manuel decidió montar su campamento al abrigo de una roca inmensa que se erigía en medio de la llanura. Y encendió un fuego para preparar la cena y después leer un rato.

Manuel era un gran aficionado a la lectura, sobre todo a los libros de viajes y aventuras. Ahora mismo tenía entre manos “Colmillo Blanco” de Jack London, que contaba la historia de un perro lobo, Colmillo Blanco, nacido de la relación entre una perra-loba y un lobo en las Tierras Vírgenes de Alaska. Así que después de cenar rebuscó por la maleta hasta que dio con él y se puso a leer después de haber dado buena cuenta de un buen trozo de pan con chorizo pasado por las brasas y un buen vaso de vino.

Cuando estaba a punto de quedarse dormido depositó el libro de nuevo sobre la maleta dejándolo abierto por la página en la que estaba leyendo. El azar quiso que Mambrino se resbalase de donde estaba y se cayese de lleno sobre el libro abierto.

Empezaba para Mambrino una de las mejores noches de su vida porque se dio cuenta de que él también podía leer aunque antes no lo supiera. Incluso, más adelante, Mambrino descubriría que podía leer en todos los idiomas del mundo conocido.

Mambrino estaba entusiasmado leyendo todas aquellas historias por las noches. Ya no se sentía un elefante-objeto. Era feliz porque cada noche podía ser lo que quisiera. Se identificaba con cualquier personaje de la historia y participaba de sus aventuras hasta que llegaba la última página.

Manuel desconocía todo esto porque no sabía hasta donde, exactamente, llegaba la magia del elefante. Lo único que supo, la primera mañana que vio al elefante entre las páginas del libro, fue que aquel elefante serviría muy bien para no olvidarse del lugar por el que iba leyendo. Y ese hecho lo puso muy contento porque era una utilidad muy digna. No servía cualquier cosa para marcar páginas porque los marca páginas también tenían que tener algo especial, tan especial al menos como los libros que señalaban.

Y así fue como Manuel y Mambrino vivieron muchos, muchos, muchos años juntos y felices.

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Y para todos aquellos que llegasteis hasta aquí y os estéis preguntando:

- ¿Y qué pasó con Morisco y Marisma?

Sólo os puedo decir que esa es otra historia, la historia de “Morisco y Marisma, dos elefantes tristes en el Circo Galileo”.

 

 

 

28 comentarios:

matrioska_verde dijo...

Os deseo a todos que paséis un buen puente.

Congo y yo nos vamos de excursión. Hasta la semana que viene.

biquiños,

p.d.: y no olvidéis que os quiero.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

no...si ya te veo...nos dejaste entretenimiento para un ratito...saludos y feliz viaje....

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Bueno...una historia extraña y desconcertante...yo tengo un elefantito de esos de colgante...besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es una bella fábula. De lo mejor que has escrito. Buen fin de semana.

Tonet dijo...

casi me hecho a llorar...me devolviste a la infancia...es un texto precioso de verdad. gracias por escribirlo
besito

Alyx Faderland dijo...

Bella historia la de Mambrino, realmente no quisiera saber como sus padres fue que terminaron en un circo.
Ahora esa imagen dieciochesca, me hace acordar a las fotos de una amiga de tallas de ese siglo que parecen personas de verdad, y hasta de partituras de musica gregoriana ¿has visto alguna de estas?

Carlos dijo...

Yo, si hubiera sido mujer la hubiera llamado "Maldabra", y sólo la hubiera reducido para poder tenerla en mi mesita de luz. :)

Beso tu corazón de niña.

TORO SALVAJE dijo...

Que buena la historia.
Me has hecho sentirme niño.
Que gracia.

Besos.

iliamehoy dijo...

Pues mira, yo me estaba preguntando ¿dónde nacerá esa imaginación tuya, que no deja de sorprenderme y entusiasmarme?
Una sonrisa aplauso

Bambú Blanco dijo...

Me ha gustado mucho la historia y sobretodo, la de los elefantes eligiendo nombre y la reducción de Mambrino. Precioso.
Un abrazo.

Chousa da Alcandra dijo...

Teño a pantalla do ordenador que reverte coa túa portentosa imaxinación.
No fondo deume peniña o pobre Mambrino reducido a unha menudencia
Eso sí, teño que matizarche que os leóns case nunca atacan para comer. Esa é tarea das leonas, mentras eles durmen á sombra dalgún baobab...

A disfrutar da ponte, que os enxeñeiros xa quedamos aquí termando dela. Bicos de Antas

fonsilleda dijo...

Casi me gustaría ser un Mambrino cualquiera.
Buen relato.
Bicos.

fonsilleda dijo...

Por cierto, ya nos contarás.
Esperamos.

A.C. dijo...

Vaia sorpresa. Aldabra escritora xa!
Gustoume moito o conto.
Biquiños

Silvia dijo...

Ay, Aldi, me has tocado la fibra sensible. Adoro a los elefantes, son mis animales favoritos. Recuerdo haber llorado con un documental sobre ellos en los que salía Goldie Hawn y una elefantita ciega que tuvo un bebé y luego el bebé años más tarde guiaba a su mamá agarrándole la trompita. Un apunte: los elefantes son un matriarcado (por eso me gustan también) la jefa es la elefanta de mayor edad, y los elefantes machos cuando se hacen adultos deben abandonar la manada y buscar la suya propia. El cuento es precioso. Has pensado en escribir cuentos?
Un abrazo y perdona el retraso en mi visita, he tenido una semana muy ocupada

Julio César Carranza dijo...

Bellisimo blog, me llevo una agradable impresion. Volvere siempre a sumergirme en las aguas de tu mar.

Le agregas un plus cn la música , magnifica idea, y disculpa que la tome para mi blog.

La historia maravillosa, deliciosa, tienes una pluma exquiita, la palabra justa, exacata, milimétrica. Manuel y Mambrino si vana tener que aprender a convivir.

Regreso pronto.

Saludos.

Anabel Cornago dijo...

Me ha gustado mucho la historia, corazón.
Besotes y ¡feliz navidad!

fotosbrujas dijo...

sabias que los exoticos regalso de un marajá de hace dos siglos posiblemente han salvado al elefante enano??
que cosa sverdad?
saludos moza recomiendame cine para ir a ver con el peque estas fiestas fui a ver planet 51: recomendable para partirte..

irene dijo...

La verdad es que prefiero ser señalador de libros que estar en un circo, me dan mucha pena los animalitos obligados a hacer cosas que no les son propias y a vivir en lugares que no son su entorno natural. Bonito cuento.
Besos, Aldabra, y que lo paséis muy bien Congo y tú en la excursión.

Chela dijo...

Menos mal que Mambrino vivió felizen su nueva situación.¡Me consuela! Ahora estoy "preocupada" por saber que les paso a sus desconsolados padres cuando no pudieron recuperar a Mambrino. ¿O llegaron a encontrarlo?

Seguiremos el hilo.Un abrazo.

Zeltia dijo...

y digo yo:
qué vericuetos recorre tu mente para que nazca una historia de elefantes?
las personas que, como yo, no tenemos pizca de imaginación, pensamos que estas cosas crecen solas como las rosas en el planeta del principito.
y, claro, sólo nos fijamos en las cosas reales,
como que en las manadas de elefantes nunca es el jefe de la manada un macho, si no una hembra, que es la que conduce el grupo familiar de hembras y machos jóvenes.
(así que la mamá de mambrino lo llevaba claro si "jefe de manada" era el futuro que quería para su hijo... pero yaveo que en esta historia, la vida se encarga de desbaratar los planes que previamente hicimos)
los machos adultos andan solos por ahí, por la sabana, mazándose a copas.
a veces también ellos van en grupo, algunos machos, sobre todo cuando celebran algo y se van de cena y a las "casas de alterne"...

galmar dijo...

como aún queda un trocito de puente, antes de llegar a la otra orilla... que disfrutes del paseo :)) un biquiño :)

Anabel Cornago dijo...

Corazón, te he dejado un regalito en el blog en forma de lotería de navidad. Ay, cómo nos toque, ja,ja....

Muchos besotes.

Belén dijo...

Solo deseo que los elefantes estén bien en el circo...

Besicos

beker dijo...

Una historia llena de sensibilidad... espero que hayas disfrutado del puente. Un abrazo

guillermo elt dijo...

Joooder!!!... yo tb. quiero leer en todos los idiomas del mundo conocidos... haste en "suahiri"... o comosescriba (que no tengo ganas de ir a la wiki... ques tarde ya)

Bonica historia.

Bueno, y de que me traigan los RRMM otro ordenata... déjalo estar... vale con 2... lo que pasa que ya sabes que lo tiene "m" en Murcia... y la muy jodía no se lo trae los fines de semana... que le pesa mucho hasta la estación de autobuses questá lejos... Le voy a dar un... un... mira, hablando de elefantes... le voy a dar un trompazo que... jajajaja.

Besicos.

matrioska_verde dijo...

Muchísimas gracias a todos por dedicar los minutos necesarios a leer este cuento; vuestros comentarios son importantísimos para mí ya que ver publicado un cuento infantil sería una de las ilusiones de mi vida. Pero un cuento con ilustraciones y todo. Los que os pasáis a menudo por aquí tal vez ya hayáis leído que me encantan los cuentos infantiles.

Una vez se me ocurrió enviar uno de mis cuentos a una editorial y me contestaron diciendo que no les interesaba. No lo volví a intentar. Tal vez cualquier día me vuelva a decidir de nuevo.

biquiños y gracias por vuestros elogios.

Juanjo Montoliu dijo...

A Mambrino le espera todavía su mejor libro: el que incluye su historia.

Muy bonito el cuento. Ya me gustaría a mí tener tu talento para los cuentos infantiles.