martes, 29 de diciembre de 2009

Las cosas que se cuentan en las leyendas urbanas pueden ser ciertas, o no.

recorte

Rosalía había nacido con el estigma.

Fue en el año 1800, cuando se tuvo constancia de la primera mujer de la familia que venía al mundo con aquel mismo lunar en el pecho izquierdo. Justo debajo de la areola del pezón. Un lunar pequeño como una lenteja.

Había que reconocer que la belleza del pecho, bendecida con esa peculiaridad era tan extraordinaria, que todos los fotógrafos del país se volvían locos por obtener una imagen para la posteridad.

Pero en Norán, el pueblo donde vivía la familia de Rosalía, también desde tiempos inmemoriales, estaba prohibido obtener fotografías del lunar en cuestión. Había una leyenda que decía que la mujer fotografiada podía morirse en el mismo instante de efectuar el disparo con la cámara. Y todo el mundo hasta la fecha había respetado esa ley transmitida de forma oral, de abuelos a padres y de padres a hijos.

Hasta un día en que llegó al pueblo un afamado fotógrafo aventuro que tenía por nombre Blackduke. Un nombre muy raro para un pueblo tan discreto como aquél. Por eso a él no le importaba, explicar a sus habitantes, con toda la calma de la que era capaz, su exacta pronunciación: Blakdiuk; así, todo junto del tirón.

Y como el destino, mucho antes de nacer, ya nos tiene dispuestas nuestras cartas sobre la mesa, así quiso también que Rosalía y Blakdiuk se conocieran por unos medios poco habituales.

Paseaba Rosalía con su perro salchicha, de nombre Elvis, por las dunas de la playa (porque en Norán había una playa muy afamada por sus aguas medicinales) cuando se desató una tormenta espeluznante. En ese preciso momento, Blakdiuk se encontraba por las inmediaciones sacando fotografías a las olas del mar, que lamían la arena de la playa con mimo. No pudo evitar ver el rayo que alcanzara a Rosaura. Hasta pudo fotografiarlo.

Rosalía quedó tendida fulminantemente sobre unos juncos que sobresalían de la duna, con Elvis llorando a su lado. De manera milagrosa el perro se había salvado del alcance. Blakdiuk que lo veía todo desde una distancia cercana se acercó corriendo tan veloz como el rayo que había caído minutos antes. Nada más llegar levantó la cabeza de Rosalía del suelo y le separó el pelo de delante de la cara. Una preciosa melena castaña, ahora enredada con granos de arena, la cubría. Y acercó su oído a la boca de Rosalía para comprobar si respiraba.

Y como el momento de Rosalía, al parecer, todavía no había llegado (así lo quería el destino), regresó a la vida de nuevo, con un tosido ligero, como atragantada por un hueso de aceituna o un caramelo de manzana verde.

Y eso no era todo.

Ninguno de los dos se había dado cuenta, con el trajín del momento tan tenso que habían vivido, de que Rosalía se encontraba totalmente desnuda. Incomprensiblemente la ropa había sido calcinada, hecha trizas. Y Blakdiuk que sabía de la leyenda del lunar en el pecho, no pudo evitar mirar. Y lo que es peor todavía: Fotografiar.

Rosalía, todavía aturdida por los acontecimientos recientes, no era consciente de lo que estaba pasando y las consecuencias que podría acarrear.

Blakdiuk, disparaba y disparaba, preso de una febril desesperación por captar cada segundo, como si el lunar fuese a cobrar una vida distinta en cada disparo.

El lunar era como todos decían. Pequeño. Como una lenteja. Y estaba justo debajo de la areola del pezón izquierdo. No era nada del otro mundo, a simple vista un lunar cualquiera. Pero tenía algo. Aunque si Blakdiuk hubiera sido sometido a un interrogatorio policial, no podría haberlo explicado de otro modo.

Tampoco pudo evitar Blakdiuk tocarlo. Suavemente, empezó a acariciarlo con las yemas de sus dedos, como quien acaricia un diamante y se deja cegar por su brillo. Y todavía más: Blakdiuk se agachó para besarlo, para lamerlo… Era tal el poder de atracción que ejercía el lunar sobre él que sentía haber perdido la voluntad. Y es que así era realmente.

De los ojos de Rosalía empezaron a brotar lágrimas, que iban dejando un surco en su cara, entre los granos de arena y un lamento lastimero salió de su garganta reseca:

- ¿Qué pasará ahora?
- Presiento que no pasará nada en absoluto, contestó Blakdiuk, tranquilamente. Bueno, sí, tal vez pase algo, pero algo bueno. Tal vez lo de la leyenda haya sido siempre una pura especulación.
- Espero que sea cierto lo que dices.
- Lo único que sé es que no te has muerto. Y que no puedo dejar de mirar el lunar, de acariciarlo. Tu pecho, Rosalía, es lo más hermoso que haya visto nunca.

Porque es verdad que las manos de Blakdiuk no dejaban de resbalar por el pecho de Rosalía. Tocaban su redondez, la suavidad de su piel, sentían su calor… Rosalía entre caricia y caricia trataba de cubrir pudorosamente el pecho con su mano, hasta que Blakdiuk, tiernamente, retiraba la mano de Rosalía y volvía a acariciárselo incansable.

Fue Elvis quien los condujo a la realidad de antes del rayo caído, con sus ladridos de advertencia y de cansancio, pues había trancurrido ya cierto tiempo. Al oir Blakdiuk al perro y darse cuenta de los acontecimientos recientes, decidió actuar con prontitud. Sí, había que hacer algo. Rosalía tendría frío, así que se quitó la camisa para cubrir delicadamente su cuerpo, y a continuación la levantó en brazos para llevarla de vuelta a casa. Un lugar más seguro.

Rosalía no se había muerto como decía la leyenda, era evidente. Y quién sabe cuantas cosas más serían falsas de todo aquello que contaban las gentes. Tenían mucho por descubrir.

Era un presentimiento.

 

16 comentarios:

Alegría dijo...

¿Hoy no especificas la procedencia de la foto? Jajaja jajaja.
Hermoso relato... ¿así que dejas a nuestro albedrío, discernir si es leyenda urbana... o no...?
Apuesto a que no, aunque admito matices;))
Preciosa fotografía, y modelo.
Te mando un beso.

Rubén dijo...

Preciosa historia con un final muy feliz. A veces no hay que hacer caso de las tonterías que se dicen por ahí y hay que intentar vivir, simplemente.
Feliz Año.

galmar dijo...

qué bonita historia :) se respira el mar y cierta magia en el entorno y los personajes :) y además, me gusta la música! :)) un biquiño!!

Chousa da Alcandra dijo...

Dende logo manda moito carallo: que sexa Elvis, cos seus ladridos, quen ten que sacar do trance acariciador a un fotógrafo ten o seu aquel...jajaja.

As praias de Norán (oitava cidade de Ciagali, por certo, teñen que ser fermosas, se por ela camiñan mozas con lunares escondidiños. Non sei se é lícito mudar a letra daquela canción que decía "ese lunar que tienes cielito lindo, junto al pezóooon, no se lo des a nadie, cielito lindo...

Bicos rurais (aquí as lendas son menos)

Belén dijo...

Pero eso es como todo, muchas veces prejuzgamos lo que vemso sin darle una explicación...

Besicos

El Pinto dijo...

Tus relatos siempre me transportan. En esta ocasión he recordado Los puentes de Madison, Clint Eastwood fotógrafo y Meryl Streep, entre la duda...
Me ha gustado ese lunar, ese pecho cargado de vida y esa cámara que posiblemente sea el origen de una hermosa historia de amor.
La luz del semáforo como las leyendas tendrá que ponerla cada cual.
Un abrazo

aapayés dijo...

Un gusto compartir con vos este año que ya esta en su ruta final, y seguro seguiré siempre visitándote el próximo año..

Gracias por estar y compartir..

Que tengas una Buenísima semana, y mis mejores deseos para este año 2010 que ya esta a las puertas con nosotros..

Un abrazo muy grande lleno de cariño, respeto y admiración y que todo se cumpla en tus deseos..

TAM.
Saludos fraternos

FELIZ 2010!!!

TORO SALVAJE dijo...

Me voy a la playa a hacer fotos...

:)

Besos.

ALBINO dijo...

Todas las leyendas nacen de una historia. Son como la materia que no se destruye, solo se transforma.
Quizá en el caso de Rosalía un halo de amor hizo que el fantasma de la muerte desapareciese aunque se fotografí el lunar y que el de la veda estuviera presenta al salvarse del ataque del rayo.
En fin, una bonita historia que te hace pensar en que puede haber más lunares en otros pechos. ¿Pero como descubrirlo?. No suelo ir a playas nudistas.
Un biquiño

fonsilleda dijo...

Preciosa historia-leyenda en la que asoma un ligero erotismo muy sugerente.
Bicos.

jg riobò dijo...

Los lunares señalan la tierra a conquistar.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Hay señales en el cuerpo que son geografía de todas las emociones.

Paz Zeltia dijo...

bonito cuento, éste de la teta encantada.

tiene un momento en que el ritmo de lectura pide volar con los ojos por el texto a ver en qué da.
eso tiene que ser bueno ¿verdad?

beker dijo...

Muchas veces vivimos atrapados en la incertidumbre de lo que pasará. El escrito una delicia, de muchas sensaciones: misterio, intriga, leyenda y ese toque de sensualidad... genial. Besos

guillermo elt dijo...

Es que, hay lunares que provienen directamente de pequeños trocitos de luna que, al desprenderse de ésta, vienen a parar a sitios insospechados. Y cuando uno se fija en ellos, pues cómo no, cae rendido a su encanto... al encanto de la Luna... Y si es bajo la aureola... como que más... que digo yo... No te parece?

;)

Besicos Muchos

Espero queste Nuevo Año disfrutes los momentos como pequeños sorbos de Vida. Y que La Vida te sonría en todo momento... incluso por la mañana temprano... :))

Lo dicho... Sí, Besicos Nuevos.

Juanjo Montoliu dijo...

¿Te parece bien destruir leyendas urbanas?, jajaja.

Me ha gustado el cuento. No te has dejado llevar por la fatalidad de la leyenda.

También me gusta el protagonismo del lunar. Los lunares tienen un atractivo especial, son un gancho magnífico. Sobre todo, si están bien situados.

Besos.