Por favor que venga pronto.
Por favor, Dios, que venga pronto.
Por favor.
Por favor, Dios.
Por favor, Dios, que venga pronto.
Por favor.
Por favor, Dios.
Como una oración.
Y vuelta a empezar.
Por favor, Dios, haz que venga.
Yo te suplico, Dios.
Y vuelta a empezar.
Por favor, Dios, haz que venga.
Yo te suplico, Dios.
Porque Sara todavía creía en Dios y en que él lo iba a solucionar todo. Sí. Un día cualquiera todos sus problemas se acabarían y la paz, como en el Cielo, reinaría para siempre.
Eso era lo que pasaba por la cabeza pequeña de Sara.
Agazapada entre las sábanas dejaba pasar las horas mirando al despertador de números rojos fluorescentes en la mesita de noche. Por momentos no podía evitar levantarse de la cama, acercarse a la ventana y vigilar a hurtadillas por detrás de las cortinas a ver si veía su silueta en la noche acercándose a casa.
El corazón de Sara latía con fuerza. En realidad le golpeaba el pecho. Sus lágrimas querían salir pero había aprendido un buen truco para reprimirlas. Se clavaba las uñas de una mano sobre las yemas de los dedos de la otra. Fuerte. Muy Fuerte. Aunque a veces no funcionaba y las lágrimas salían. Y se odiaba por ser tan débil.
A fin de cuentas era lo de siempre. Sara sabía todo lo que podía pasar.
El sonido de la llave en el portal.
Los pasos subiendo por las escaleras.
La puerta del piso que se abría.
La puerta de la habitación.
Un ligero murmullo dentro.
Luego las voces que iban en aumento hasta llegar a los gritos.
Su madre implorando: Vas a despertar a la niña.
Las amenazas a irse de casa.
Y a veces se iba. Sí, tal como entraba, después de los primeros gritos, volvía a marcharse. Eso sí que era realmente malo. Porque entonces, además de su propio llanto, oía el de su madre. Y ya no podía dormir en toda la noche, igual tampoco la siguiente.
Sara miró el reloj y eran las tres de la mañana. Su padre todavía no había llegado.
Eso era lo que pasaba por la cabeza pequeña de Sara.
Agazapada entre las sábanas dejaba pasar las horas mirando al despertador de números rojos fluorescentes en la mesita de noche. Por momentos no podía evitar levantarse de la cama, acercarse a la ventana y vigilar a hurtadillas por detrás de las cortinas a ver si veía su silueta en la noche acercándose a casa.
El corazón de Sara latía con fuerza. En realidad le golpeaba el pecho. Sus lágrimas querían salir pero había aprendido un buen truco para reprimirlas. Se clavaba las uñas de una mano sobre las yemas de los dedos de la otra. Fuerte. Muy Fuerte. Aunque a veces no funcionaba y las lágrimas salían. Y se odiaba por ser tan débil.
A fin de cuentas era lo de siempre. Sara sabía todo lo que podía pasar.
El sonido de la llave en el portal.
Los pasos subiendo por las escaleras.
La puerta del piso que se abría.
La puerta de la habitación.
Un ligero murmullo dentro.
Luego las voces que iban en aumento hasta llegar a los gritos.
Su madre implorando: Vas a despertar a la niña.
Las amenazas a irse de casa.
Y a veces se iba. Sí, tal como entraba, después de los primeros gritos, volvía a marcharse. Eso sí que era realmente malo. Porque entonces, además de su propio llanto, oía el de su madre. Y ya no podía dormir en toda la noche, igual tampoco la siguiente.
Sara miró el reloj y eran las tres de la mañana. Su padre todavía no había llegado.
15 comentarios:
Ufffffffff, cuánto dolor en esa niña.
Que pena. No sé si es cierto este caso pero otros si que lo son.
Besos.
Pues a ver si se pierde por ahí, y no encuentra el camino de vuelta.
Besos.
Dios, pobre sara... y eso ni el padre ni a madre lo saben verdad?
Y dios sin ayudar, como siempre...
Besos
pobre... la fé que tenemos de niños, y como se pierde a medida que crecemos...
A ver si el capullo, se le fue la memoria y no vuelve, joder me estaba dando palo irlo leyendo pensando que estaba ya allí......
Qué lástima de padre, madre y niña. Tres mundos. :(
quien permitio mis noches desvelada
quien no miro en mi habitacion
quien se olvido de yo estaba
quien me pregunto alguna vez
quien se considera mi padre
quien se olvida de que te necesito mama
quien ...........quien.......
al final, los meses pasaron, creci con el desamor de los que para mi son mi unica familia, en mi crecio la desconfianza.......
hoy soy mayor de edad y me pregunto el dia de mi cimpleños.... a donde voy, en que me estan convirtiendo.......
porque en una ciudad tan numerosa ando sola........ que y que son amigos......
ella seguia reflexionando.......Congo se acerco a ella como un cumpleaños, simplemente la miro y le dijo, quieres contarme tu historia, estoy dispuesto a escucharte.......
ella rompio a llorar..........
besos
pd: espero que la historia cambie!!
La historia de cada uno, es su propia vida. Renegar de mi historia es renegar de mí mismo. Saber el cómo ser feliz con mi historia es el centro de la diana.
Para mí, si le quitas la espiritualidad al hombre, se queda en nada.. y la espiritualidad no se la da el hombre al propio hombre, en cambio si se la puede quitar. La confianza y la esperanza en algo nuevo y bonito para nuestra vida, forma parte de nuestra espiritualidad.
Elbi, preciosa... un beso.
Según leía se me ha ido poniendo la carne de gallina.
Por fin el padre no volvió, nunca más se supo.
Pues para ese padre, mejor no gracias....
Si querías que sintiéramos el miedo de Sara, lo has conseguido. Malos recuerdos estos...Besos
Hoy me tendréis que perdonar de nuevo porque va una respuesta colectiva:
Escribir esta entrada fue muy dificil porque quería contarlo de un modo "aséptico"... sin dramatizar en exceso... quería ser concisa y breve pero contundente... quería transmitir la pena y el dolor de una niña pequeña en una situación semejante que por desgracia sigue siendo común en nuestros días... bueno, esta situación y otras mucho peores...
quería que por un momento todos fuéseis Sara y ver a Sara a través de vuestros comentarios...
el dolor y el miedo pueden ser tan hondos y tan inmensos y su huella tan persistente que nunca se acaban de ir de todo...
Steve: tu continuación de la historia me ha conmovido mucho... es verdad que Congo ha curado más de una herida que todavía estaba abierta.
Gracias a todos y un abrazo fuerte fuerte fuerte.
Aldabra
Y lo conseguiste, nos trasmitiste su dolor, su angustia, y su soledad.
Escuchar los gritos de una discusión es terrible, si provienen de tus padres, es como si de un zarpazo te tiraran a un mar revuelto y te ahogaras con tus propias lágrimas.
Los niños rezan, todavía confían, todavía tienen esperanza.
Desolador.
Un fuerte abrazo.
Aldi, quede petrificada.
La angustia me ganó
Te quiero
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