Congo ya es de carne y hueso.
No hay en su cuerpo ningún rastro de madera.
Sus abrazos vuelven a ser cálidos y acogedores.
Sus besos saben como siempre, a Listerine.
Sus palabras susurradas en mis oídos llenan el aire de burbujas.
Y cuando me miran sus ojos tímidos... sé que nunca más volverá a ser de madera.
Es un presentimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario