Susana era una chica especial. Era un quiero y un no quiero, un estoy aquí pero me voy, caprichosa, impaciente, exigente con ella misma, con los demás…
Susana era una persona que no se arredraba ante las fatalidades de la vida, al contrario, las caídas le hacían tomar mas fuerza y levantarse de nuevo para seguir luchando. Fue una de las frases que me enseñó: “No hay que quedarse en el suelo lamentándose”. Otra de sus frases hechas (yo tampoco la conocía) es la de: “Uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”.
Susana era, debe ser todavía, una mujer fogosa y apasionada. Y digo lo de fogosa y apasionada por que me lo demostró en el sexo, aunque solo fuese por teléfono. Ponía el alma, el cuerpo, la voluntad, la esencia y todo lo que hiciera falta en esos actos de pasión, (no de amor) que le servían de sucedáneo para sobrellevar una vida que no lo agradaba.
Descendí con ella desde las cumbres más altas, a los barrios bajos del alma.
En fin, Susana…
(Continuará)
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