Íbamos las dos en un barco, por el río, haciendo la ruta de los puentes. Había muchos turistas. Caras extrañas. Un hombre mayor que estaba sentado en el mismo banco nos miraba de reojo. Parece que escuchaba nuestra conversación. Tenía un pelo muy bonito, totalmente blanco.
Te casabas dentro de tres semanas. Me contabas la ilusión que te hacía el viaje. Solas. Estabas tan enamorada… se te notaba en los ojos. Y yo me sentía dichosa con tu alegría, aunque estaba un poco nerviosa. Llegaba el momento de volar del nido. La casa se quedaría muy vacía sin tus risas, tus horarios locos, tu ropa por cualquier habitación. Pero no quería pensar en cuanto te iba a echar de menos.
Hablábamos de los preparativos: vestido, ramo, luna de miel, tu nueva vida, en resumen. El piso también estaba listo. Sabía que Juan te iba a hacer muy feliz. Era un buen chico, sensible, educado, cariñoso y sobre todo, te quería. Érais tan jóvenes… Con tus comentarios me hacías recordar cuando me había casado con tu padre. Y ahora él ya no estaba. También nos habíamos amado como vosotros.
Empecé a llorar sin saber muy bien por qué. Tú me abrazate y me dijiste: “Mamá, no llores, no seas tonta. Siempre vas a poder contar conmigo”. El señor mayor que estaba a nuestro lado me ofreció un pañuelo de papel y me dijo: “Sonría, por favor. Está usted mucho más guapa. Los sueños pasan como la corriente del río pero nacen otros nuevos. No lo olvide”.
Me desperté sudorosa.Y cuando te ví en la cuna, mirándome con tu carita achinada, no pude evitar emitir un suspiro de alivio.
Todavía nos quedaba mucho por andar.
Te casabas dentro de tres semanas. Me contabas la ilusión que te hacía el viaje. Solas. Estabas tan enamorada… se te notaba en los ojos. Y yo me sentía dichosa con tu alegría, aunque estaba un poco nerviosa. Llegaba el momento de volar del nido. La casa se quedaría muy vacía sin tus risas, tus horarios locos, tu ropa por cualquier habitación. Pero no quería pensar en cuanto te iba a echar de menos.
Hablábamos de los preparativos: vestido, ramo, luna de miel, tu nueva vida, en resumen. El piso también estaba listo. Sabía que Juan te iba a hacer muy feliz. Era un buen chico, sensible, educado, cariñoso y sobre todo, te quería. Érais tan jóvenes… Con tus comentarios me hacías recordar cuando me había casado con tu padre. Y ahora él ya no estaba. También nos habíamos amado como vosotros.
Empecé a llorar sin saber muy bien por qué. Tú me abrazate y me dijiste: “Mamá, no llores, no seas tonta. Siempre vas a poder contar conmigo”. El señor mayor que estaba a nuestro lado me ofreció un pañuelo de papel y me dijo: “Sonría, por favor. Está usted mucho más guapa. Los sueños pasan como la corriente del río pero nacen otros nuevos. No lo olvide”.
Me desperté sudorosa.Y cuando te ví en la cuna, mirándome con tu carita achinada, no pude evitar emitir un suspiro de alivio.
Todavía nos quedaba mucho por andar.
10 comentarios:
Porque en los hijos nos continuamos...
Bello relato.
Besos.
En los hijos nos continuamos y siempre pensamos cómo!!
Y el instinto materno no soportaría un minuto de infelicidad para ellos, sin embargo, son seres que vivirán su propia vida y se cruzarán con piedras en el camino...
hermoso como siempre Aldabra
Muy muy bonito...y qué buenos recuerdos me trae la foto...
Precioso, no tengo palabras. Me despierta el instinto maternal.
Un abrazo
buenas noches, Carlos y Enre, coincidís en la continuidad... a veces puede que muchos padres lo intenten y a causa de eso estrangulan a sus hijos al no dejarles espacio para crecer libres... pero supongo que los hijos también son espejos en los que nos miramos, igual que lo hacemos en la pareja, en nuestros padres, en nuestros amigos...
hola Spender... Oporto es una ciudad que engancha... estuve tres veces y cada vez me gustó más que la anterior... y ese río es... yo también guardo muy muy buenos recuerdos de mi última estancia... desde allí también escribí a Congo, cualquier día de estos pego la carta en el blog...
hola silvia... el instinto maternal aparece en cualquier momento sin pensar... y a veces es muy dulce...
bicos a todos,
Aldabra
:)
Es normal que pienses que algo se pierde... pero no lo haces, yo creo que ganas :)
Besicos
aLDABRA... HAY UNA HUELLA EN MI BLOG PARA VOS...
TE ESPERO AMIGA, ASÍ LA TRAES POR ACÁ!!!
BESOSOS
¡Qué bueno, qué bueno, que bueno! Plas, plas, plas.
No sé lo que se siente al ser madre. Y no lo voy a saber nunca. Por eso cuando leo cosas así intento imaginarlas, y me hacen sentir bien, me acercan a un rincón de la Vida que no conozco.
:)))
Está genial. Pasa un buen fin de semana. Y cuídate, Aldabra, mucho.
Un fuerte abrazo.
Jajajaja.....¡¡¡Que susto!!!
Pues tomatelo con calma, primi....
Pero todo llega y hay que estar preparados....
Sabes lo que pasa.....que los jovenes que conozco, entre los estudios universitarios, el trabajo recien encontrado, nada de dinero ahorrado.....cuando quieren pensar en formar pareja......NA....30 "tacos"......jajajajaja.
Y encima, despues de vivir emancipados, te vienen a "gorronear" la comida, etc....
Nunca consigues "quitartelos" de encima.....jajajajajaja.
Un besazo, prima.
Mis queridos amigos, ser madre es estupendo pero a veces quisiera dimitirrrrrrrrrrr de ser madre si se pudiera... porque los hijos de hoy en día no son como los hijos que fuimos nosotros en el pasado... creerme... así que Elbereth, tranquila... uno puede ser feliz igual con hijos o sin ellos... la vida hay que construirla sobre la marcha... y Álex tiene razón, hoy no se los saca uno de encima ni por una apuesta... je je je... mucha prisa cuando son pequeños por irse de casa y luego cuando crecen se dan cuenta de que en casa se está bien...
besos a todos, a ti también Belén...
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